miércoles, 28 de octubre de 2009

Camerún día 14



Ya nos habían advertido que la combinación Samuel-Jeep no era muy buena. Si además le sumamos el inicio del diluvio universal y el camino de regreso del hospital a la maison, la cosa puede adquirir tintes dramáticos. Empecemos por principio: hoy ha vuelto ha ser un día aburrido y sin excesivo trabajo. Hemos pasado visita, dado altas hospitalarias, y fichado a un par de pacientes para operarse. Pero, como casi siempre, alegan problemas económicos. Aquí en Camerún se paga en los hospitales, y aunque también en el Hospital Ebomé de Kribi (HEK), los precios son menos de la quinta parte que en el resto. A parte de que aquí se realicen las cosas bien (dentro de las limitaciones), y nunca se deja de atender a un paciente porque no tenga dinero. Siempre se intenta arreglar algo, como pago a plazos, o bien pagar sólo una parte del precio estipulado. La idea es intentar que el hospital sea lo más autosuficiente posible (económicamente hablando). Pues bien, cuando estos pacientes consigan el dinero, vendrán a operarse. Como hemos terminado nuestras tareas pronto, teníamos la idea inicial de marcharnos pronto a la maison dando un paseo y aprovechar la tarde para ver artesanía o dar visitar la ciudad. Pero hemos salido a pasear por los alrededores del hospital, siguiendo el sentido contrario hacia la ciudad, y como teníamos tiempo, y el camino era agradable, hemos andado y andado. Nos ha picado la curiosidad una carretera asfaltada que salía del polvoriento camino principal, en la bifurcación de los cuales había un cartel anunciando parcelas disponibles cerca de la playa. Hemos supuesto que el dinero público que hace años se tenía que haber destinado a la carretera principal y a los puentes se había desviado hacia el acceso a estas parcelas. Por el interés por estas parcelas y al oir no demasiado lejos el sonido del mar, era ya cuestión de alargar el paseo lo que hiciera falta para llegar hasta la playa. Y así lo hemos hecho, aunque habíamos salido con los pijamas verdes del hospital. Si nos vieran los de medicina preventiva... Antes de llegar a la playa hemos pasado por un camino sin asfaltar, a través del cual pasaba un hilera de miles de hormigas. Eran tantas pasando que habían labrado un surco sobre la tierra. Me he parado a hacerles fotos, y como quien juega con fuego se quema, quien hace fotos a la marabunta demasiado cerca, se llena de hormigas. Por suerte sólo han sido unas piltrafillas de esas pequeñas, ninguna cabezona con dientes, pero aún así costaba de soltarse una vez te han mordido. Superado el ataque de las hormigas, hemos llegado a una playa preciosa, yo diría casi virgen, a la cual nos hemos propuesto volver en condiciones. Tras un relajante paseo por la arena, hemos vuelto con el paso un poco más acelerado al hospital, pues se nos había hecho casi la hora de cierre. La intención primera de volvernos pronto y paseando a la maison quedaba descartada porque era casi la hora en que la guagua se vuelve a Kribi y además ya habíamos andado suficiente. Pero ha resultado que la guagua se ha llenado de los trabajadores y de enfermos enseguida, y como Samuel también se iba hacia la ciudad, hemos decidido volvernos con él. No habíamos subido todavía con Samuel como conductor. Nada más entrar he intentado ponerme el cinturón, comprobando que sólo está la cinta, y no el enganche para fijarlo. El Jeep sí lo habíamos catado, y sabíamos que su suspensión no es precismente su punto fuerte. Y hemos visto como a Samuel, a sabiendas que conduce un todoterreno, le gusta coger todos los baches que se encuentra por el camino, y a una velocidad considerable. Menos mal que los techos de este coche son altos, porque con los saltos que he pegado, en cualquier otro vehículo el traumatismo craneoencefálico estaba asegurado. La cosa ha empeorado más si cabe cuando ha empezado a llover. Samuel ha tardado como dos años en encender los limpiaparabrisas. Yo había supuesto que no funcionaban, por lo que tardaba. Y hubiera tenido guasa que nos hubiéramos estrellado en este trayecto y no fuera por culpa de Samuel. En un cruce ya en la parte asfaltada del camino, un coche se nos ha cruzado por delante para girar a su izquierda, con poco espacio, la verdad, pero justo cuando Samuel estaba algo distraído sacando algo del bolsillo de la camisa. Pero ha reaccionado a tiempo, lo justo para frenar, patinar sobre el suelo mojado, no estamparnos con nada, 180 latidos por minuto, insultos por su parte al otro conductor, y continuar la marcha. Una vez en casa, la lluvia que había sido bastante benevolente con nosotros, se ha enfurecido sobremanera. No quiero pensar el viajecito que ginecólogo estará sufriendo viniendo desde el aeropuerto con el kamikaze Silvain. Mañana en el desayuno nos contará.



4 comentarios:

  1. ... me encanta leer tus crónicas (casi...) a diario...
    joseFe

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  2. Digo lo mismo, por tercera vez, pero es que es verdad!!!

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  3. jo no apague l'ordenata fins que no publiques un nou.

    Ale, ja ens contes més demà...

    i cuida't!

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  4. gracias a todos, cada dia pienso que no tendré nada que contar pero siempre acaba sucediendo algo. un saludo

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