domingo, 25 de octubre de 2009

Camerún día 11

Por traslado, se alquila habitación, 15 metros cuadrados, baño propio, mosquitera tipo las mil y una noches, orientación este, esquinera, luminosa, a 10 minutos del centro de Kribi. Que nos dejaran el grupo pediatras-enfermeros ha supuesto varias cosas: la primera, que dejan habitaciones libres, lo cual supone que nos permite hacer mudanzas por intereses varios. Julio, que no tenía agua caliente, se ha quedado la exhabitación de Diego. Con la excusa del colchón, los mangos que caen al techo de mi habitación, no tener lámpara en la mesita de noche, pero sobre todo por cambiar un poco de aires, me he mudado a la parte de atrás de la casa, con orientación oeste (aquí hacia el mar), a la que fuera habitación de Loles. He dormido una siestecita y la verdad, bastante bien. Esta noche la prueba definitiva. Lo segundo en que nos afecta que no esté el otro grupo es que salimos a más comida por cabeza: los bocatas de mediodía son más grandes. Y las sobras de la cena siguen quedando, pero más tiempo, en la nevera. Pero no todo es bueno. Más trabajo en el hospital y en casa, mayor soledad, pero sobre todo, lo peor de lo peor de lo peor, es que salimos a más mosquitos por cabeza. Desde que se han ido me han picado, por lo menos, el triple de mosquitos. Y eso que uso mucho más Relec porque Diego, en un gesto de solidaridad máximo, nos cedió el antimosquitos que le sobró antes de volver a España. Por supuesto, les echamos de menos y preferiríamos que estuvieran con nosotros. Pero bueno, dentro de nada viene un ginecólogo, una semanita después unos traumatólogos y un par de enfermeras. Tendremos la casa a tope. Domingo: no ha llovido ni una gota en todo el día, por lo que hemos aprovechado bien el día. Sin madrugar demasiado hemos ido a echar un vistazo al hospital. En general los pacientes están bien. Hemos tenido un problema con la niña pigmea. Su padre ha querido volver a llevársela a su casa (la selva?). Alega que no quiere tomarse la leche, y que aquí él no tiene qué comer. En su casa-selva al menos puede intentar cazar algo. Pero claro, allí no es seguro que la niña coma lo suficiente para nutrirse y poder sobrevivir. Sin ser consciente del todo, probablemhente el hombre, al marcharse, está eligiendo su vida respecto a la de su hija. En un pensamiento primitivo, en el que prima la supervivencia, es bastante lógico ésto que está haciendo. Si él palma, también lo hará seguro la niña, y probablemente el resto de la familia que esté a su cargo. Pero él no nos ha argumentado ésto. Por mucho que le digamos que se quede, va a hacer lo que le de la gana, o lo que crea más oportuno. Llama aquí a un juez para explicarle ésto. Se está riendo de ti hasta el resto de tus días. La opción de que se quede sola la niña es impensable. La manutención del enfermo en toda África corre a cargo de los familiares-acompañantes. De hecho en el hospital existe una zona comunitaria tipo paellero-de-polideportivo-de-pueblo donde cocinan los familiares. Imposible que algún otro cuide a la niña, por el rechazo que supone ser pigmea. Aunque al principio alguien se dignara a hacerlo, no lo mantendría en el tiempo. La única esperanza que le (y nos) queda, es que tenga algo para echarse a la boca (que cacen algo) y que lo tolere bien. Por desgracia, hay cosas contra las que no podemos luchar y no tienen remedio fácil. Ojalá mañana cuando lleguemos sigan allí. Después del hospital nos hemos ido al mercado. Caos, suciedad, comida a granel. Disimuladamente he echado algunas fotos tipo lomo, sin mirar, pero Julio ha disparado muy abiertamente, sin enfocar a nadie en concreto, y una mujer se nos ha puesto a chillar, que no eran animales, que no podíamos hacer fotos sin permiso. Y entonces se acabó el safari. Hay veces que te piden que les hagas fotos y otras que les sienta muy mal. Por eso había empezado de forma disimulada. Pero he pensado una nueva técnica, cuando compremos algo, le pediremos al de la tienda o puesto si podemos hacerle fotos. Hemos comprado tomates, plátanos, piña... Aquí casi todo se vende en grupos, según el tamaño, las dejan en el mostrador de 1 en 1 (piñas), 4 en 4 (tomates), 10 en 10 (patatas)... y ponen un precio al montoncito. Los líquidos (lo he visto con el aceite) o cosas pequeñas (tipo arroz, semillas...) las venden, supongo, por volumen. Bueno, el volumen que quepa en una especie de bolsita de plástico tipo la de las chucherías del kiosko. Para qué utilizar eso de tanto el kilo si tenemos los montoncitos. Después de una parada técnica para tomar un refrigerio en un sitio que hemos fichado para ir otro día a cenar, hemos vuelto a casa paseando por las calles de Kribi. Hemos ido a comer al restaurante de una francesa casada con un camerunés que está cerca de casa, al lado del río. He tomado pollo con gambas y salsa amorosa. No es coña. Nos hace precio porque su hijo nació en el hospital de la ONG. Después de la siesta de prueba, hemos ido a ver atardecer a la playa. Un día bastante completo, en el cual nos ha respeteado el tiempo y las urgencias. Crucemos los dedos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario