lunes, 9 de noviembre de 2009

Camerún día 26 (el último)

Hoy como cada día nos hemos levantado para desayunar a las 7.00 h junto con el resto del personal. Nuestro último desayuno en Camerún. Está lloviendo. El día que se marchó el grupo enfermería-pediatría, también llovió. Esto transmite más todavía un sentimiento de tristeza. El momento más duro es cuando ves marchar a una gente que apenas acabas de conocer pero con la que has desarrollado un vínculo especial. Como expresión que ha calado en la culturilla general, esto es como un Gran Hermano, pero afortunadamente, compartiendo otras cosas y con otro tipo de gente. Tras la despedida con promesas de mantener vivo el contacto personal (que espero que se cumplan de verdad), los compañeros se han marchado al hospital a seguir con la rutina. Nosotros hemos aprovechado para descansar un poco pensando en el largo día que nos espera, preparado las maletas y después un pequeño paseo hasta la boulangerie para comprar unos dulces para matar el hambre durante el viaje. Después del mediodía hemos partido hacia Douala, conducidos por Silvain, que si ya controlaba la carretera de noche y con niebla, de día puede incluso adivinar si vienen vehículos en sentido contrario antes de adelantar a un camión que transporta troncos de 10 metros de longitud. Tras casi dos horas de carretera hemos llegado a Douala. Tras atravesar la ciudad por infinidad de callejuelas inundadas de peatones, coches, motos y camiones en un caos acorde a una ciudad africana de más de millón y medio de habitantes, hemos hecho una parada en el Mercado de las Flores. Éste es un lugar con más de una veintena de tiendas que ofrecen prácticamente lo mismo, con alguna excepción en alguna tienda determinada. Aquí, cada uno por su cuenta y riesgo, nos hemos dedicado a regatear para conseguir nuestros últimos souvenirs, Cuando nos hemos quedado sin un CFAF y empezábamos a tirar de euros hemos decidido marcharnos, y hemos comido restaurante de comida mediterránea, por eso de acostumbrar el paladar a nuestra inminente llegada a España. En el restaurante, por teléfono, nos hemos enterado que José tiene programadas varias cirugías para los días próximos. También de que Henry Patrick ha fallecido. Duro golpe para la vuelta. Con un intervalo prudente hemos marchado hacia el aeropuerto, donde nunca se sabe lo que puede pasar. Por suerte no hemos tenido ningún contratiempo, salvo los clásicos agobio de los portamaletas y morro que le echa alguno para sacarse algún dinero extra. A la hora determinada el avión ha partido hacia Paris, desde donde el enlace aéreo nos ha traído hasta Valencia.

Haciendo balance de estos 26 días en Camerún no puedo decir otra cosa que la experiencia ha sido completamente positiva. Se cumple el tópico de que se pasa el tiempo volando aunque los primeros días tuviera la sensación contraria. Al final, totalmente aclimatado, a pesar de ser los días que más he disfrutado, he empezado a notar cansancio físico y psicológico, seguramente acumulado, seguramente influenciado por ver cercana la partida. Tenía ganas de volver, de ver a los míos, de estar en mi ambiente, que ahora considero, aún más, de privilegio, visto lo visto, y sabiendo que así o peor está la mayoría del planeta. Con la gente del hospital, debido a la barrera del idioma y en parte a la mentalización previa que llevaba, no he creado una relación demasiado personal, cuya ruptura podría pasar una factura emocional. Al contrario ha pasado con el resto de voluntarios, con los que desde el primer momento me he sentido, dentro y fuera del hospital, muy a gusto. De hecho, me siento feliz de haberlos conocido, y espero que de alguna forma u otra nos mantengamos en contacto. No sé ni quiero plantearme de momento si la labor que hemos realizado ha sido mucha o poca, valiosa o no. La sensación que me llevo la resume unas palabras que dijo Margarita en nuestra despedida, que “nos llevamos mucho más de lo que dejamos”.

Quiero agradecer, y creo que hablo también por parte de mis compañeros, a aquellos que por un medio u otro han mostrado interés por nuestras andanzas en Camerún. En parte han sido un empujón para mantener los ánimos en momentos complicados y difíciles. Me hubiera gustado explicar con más detalle lo vivido, comparar ciertas situaciones con las habituales en nuestro medio, haceros más partícipes del día a día. Para esto ya estamos aquí. Quien quiera aburrirse con nuestras batallitas y ver algunas de las 2728 fotos que tenemos, no tiene más que invitarnos a tomar una cerveza o un refresco (a poder ser de más de medio litro), que con mucho gusto le intentaremos transmitir la experiencia tan satisfactoria que nos ha tocado vivir estos días.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

Camerún día 25

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PAELLA CAMERUNESA

Dificultad: media
Tiempo total: aprox. 120 minutos
Tiempo de cocción: ???
Precio por ración: unos 1200 CFAF

Ingredientes para 9 personas: (más la ración del desayuno de Margarita)
- Arroz (algunos dicen que basmati)
- Para el caldo:
1 kg camerunés (algo menos de un kg en el resto del mundo) de camarones
3 tipos de pescado diferentes (a poder ser uno negro, uno blanco y otro mulato)
- Para el sofrito: lo que encuentres por casa, en esta ocasión tomate, pimiento, ajo, cebolla, aceite
- Pimentón español

Instrucciones de elaboración:
Para cocinar este auténtico plato camerunés es preciso que se vaya la luz, o en su defecto realizar la receta a oscuras. El caldo se realizará hirviendo lo que piensas que son sólo cabezas y espinas. Cuando encuentres camarones enteros en el caldo los reservaremos para más tarde. Para el sofrito utilizaremos un aceite bien caliente, y el ingrediente que dejará su sabor peculiar será los restos carbonizados de aquello que se cocinó previamente en el caldero. La cantidad de arroz se calculará a ojo, igual que la cantidad de agua, ya que el punto de cocción del arroz utilizado debe ser desconocido. De hecho, la mejor paella camerunesa se consigue cuando lo que se intenta es hacer un arroz caldoso camerunés, pero al probarlo para ver el punto de sal darte cuenta de que ya está cocido y no poder añadir más caldo. El arroz debe guardar un interminable reposo de 15 minutos mientras llega la bebida fría.

Consejos prácticos:
- Puedes adornar la paella con tomates partidos por la mitad (estilo horterilla del norte) y con los camarones que te encontraste en el caldo.
- Se recomienda acompañar el arroz con cerveza local, como 33 o Castell.
- El postre más acorde a este plato son los buñuelos cameruneses de la boulangerie.


Ayer teóricamente era el último día de trabajo y hoy teníamos planeada una excursión. Pues no. Esta mañana, por suerte a una hora prudente, nos han llamado que por un accidente de tráfico había dos heridos. No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, así que hemos ido todo el equipo quirúrgico. Ha resultado ser una parida, dos mujeres que al volcar el camión en que viajaban presentaban varias escoriaciones y algún traumatismo óseo sin importancia. Pero cuando hemos ido a ver a nuestros pacientes, Henry Patrick, el chico con múltiples abscesos, se quejaba mucho de el muslo izquierdo y al echarle un ojo hemos descubierto otra zona sospechosa de tener pus. Así que lo hemos operado. Hemos drenado la zona, pero al explorar las caras traseras de ambos muslos también hemos tenido que realizar desbridamientos. Presentaba en una de las piernas necrosis muscular, y en la otra colecciones de pus. Este chico no pinta demasiado bien. Le hemos cambiado el cóctel antibiótico que le servíamos a diario. Suponemos que los traumatólogos y el cirujano que venga van a tener que reoperarlo alguna otra vez los próximos días. Nada más terminar la cirugía se ha puesto a llover, y si hasta ahora pensaba que había visto el diluvio universal, lo de hoy, por intensidad, lo supera. Esto ha supuesto que hayamos cancelado la excursión, porque si de normal el camino hacia el sur es toda una aventura (tres puentes en construcción, barrizales perpetuos, baches como acantilados...), con lluvia se convierte en un suicidio. Además no hubiéramos podido disfrutar del día en la playa. A primera hora nada hacía pensar que iba a llover como lo ha hecho, y ha sido el único día que me he dejado la ventanilla del coche abierta. Hemos tenido que achicar un poco de agua del suelo del coche. Pero esto no es todo. Ya me avisaron los pediatras que el techo del coche acumula agua y la suelta cuando estás dentro. Pues no me había pasado hasta hoy. Sacando el coche para volver a casa me ha caído una cascada tipo la del río Lobé encima. Hemos cambiado los planes para comer y, en el camino de vuelta, José, Íñigo y Julio, han pasado por la lonja para comprar pescado. Al volver nos han preparado una paella camerunesa, que a pesar de los contratiempos habituales, estaba deliciosa. Todos hemos repetido. Esta tarde, por culpa de la tormenta, estamos sin luz en la casa. No lo pueden arreglar hasta mañana. Esa noche pensamos salir a cenar para celebrar nuestra marcha mañana. Mañana por la mañana saldremos para Douala, donde pasaremos la tarde en el Mercado de las Flores comprando algo antes de coger el avión de vuelta.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Camerún día 24

fotos anteriores

Esta mañana ha sido teóricamente la última que hemos ido al hospital a trabajar el equipo quirúrgico de Valencia. Digo teóricamente porque si esta tarde-noche o mañana nos llamaran por alguna urgencia quirúrgica, nos tocaría volver al hospital. Digo última porque mañana domingo es nuestro día libre y el lunes ya nos vamos a Douala para pasar el día allí y coger el avión de regreso a casa. Digo a trabajar porque mañana nos acercaremos al hospital, pero a despedirnos de los trabajadores que estén por allí y de los enfermos que nos queden. Nuestras últimas cirugías programadas han sido dos hernias, una gigante y otra re-recidivada. Hemos hecho números y estos días hemos hecho unas 34 intervenciones, que no está nada mal. Antes de marcharnos nos hemos hecho la foto de familia, pero al ser sábado y al haber acabado algo tarde la cirugía, no estaba todo el personal contratado porque libraban o ya se habían marchado. Del hospital nos hemos marchado a intentar contratar la excursión en canoa por el río Lobé. Hemos hablado con Marcopolo, el del chiringuito de camarones, y nos ha hecho precio por el pack viaje en barco hasta los poblados pigmeos y merienda-cena en las cataratas. Así que nos hemos montado en una canoa de las grandes nosotros siete y dos remeros. No sé cuál es la capacidad máxima de estas barcas, pero ha ido todo el viaje (hora de ida y menos de media de vuelta) dando bandazos de un lado a otro, y como el lateral iba a menos de un palmo del nivel del río, ha entrado agua un par de veces por mi lado, a parte de la que filtraba por el suelo y que han tenido que achicar unas cuantas veces. Durante la ida, contracorriente, nos hemos comido unos ricos bocadillos de chóped camerunés. Viaje impresionante. Vegetación, algo de fauna, nos hemos cruzado con otras canoas individuales, gente en las orillas lavando ropa, pescando o simplemente nadando. Hemos llegado hasta un lugar en el que tras amarrar y caminar por la selva unos cien metros nos hemos encontrado con un poblado pigmeo. Había poca gente, pues la mayoría se había ido a cazar. Teniendo en cuenta que pensábamos haber hecho esta visita en plan sanitario, el hacerlo como guiris me ha supuesto una sensación algo extraña. Por eso tampoco hemos estado mucho con ellos, les hemos saludado, alguien le ha dado algunos regalos, y hemos seguido por la selva viendo cosas. Entre ellas una maravillosa plantación de palmeras para la obtención de aceite de palma. Se trataba de infinidad de palmeras bastante ordenadamente plantadas, en cuyo suelo y tronco crecían helechos. Los remeros parecían guías turísticos, explicándonos todo lo que íbamos viendo. Cuando han calculado que teníamos que irnos para tener luz suficiente, hemos embarcado, y esta vez a favor de corriente, en un periquete estábamos al final del río. Para acabar de redondear un chulo día de excursión, nos hemos zampado unas bandejas de camarones viendo atardecer al lado de las cataratas.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Camerún día 23


Hoy teníamos que haber ido a ver a los pigmeos. Esto implicaba dos partes, la primera de recorrido por el río Lobé en barcaza, y la segunda la atención sanitaria en los poblados. A primera hora de la mañana ha llamado el jefe de la zona, que hace de intermediario entre este pueblo y nosotros, y ha dicho que al ser hoy el aniversario de la elección del presidente de Camerún, Paul Biya, y tener que acudir a un acto oficial, no podría organizar el encuentro. Aquí se vive con intensidad la celebración de esta fecha, o quieren que se celebre de esta forma. El presidente lleva desde 1982 en el cargo, y en las reelecciones obtiene una mayoría absoluta del noventa y muchos por cien. Debe hacer muy bien su trabajo. Hemos visto, a lo largo del día, a mucha gente vestida con telas cuya estampa era la foto del presidente, algo más joven de lo que actualmente es. Me ha recordado a lo que ocurría con las monedas de 100 pesetas en las que Juan Carlos parecía un chaval. La diferencia es que las telas se imprimen de nuevo todos los años con la foto de hace 25. A nosotros esta fiesta nos da un poco igual, pero nos fastidia que nos haya quitado la oportunidad de visitar y atender a los pigmeos en la selva. Al menos vamos a intentar hacer la parte del paseo en barca, que dicen es impresionante. Como en teoría hoy no íbamos a estar en el hospital, no teníamos cirugías programadas. Hemos podido adelantar una legrado a una paciente a la que se le practicó uno previo hace un mes, pero que desde entonces tenía pérdidas sanguíneas. Se debía a que quien le practicó el aborto no lo hizo correctamente, o suficientemente, dejándose restos placentarios dentro del útero. A parte de la cirugía, hoy hemos podido dar el alta a nuestra paciente estrella, Verleine, que llevaba 17 días ingresada por una perforación uterina tras un aborto mal practicado. Luego tuvo una infección de herida y otra respiratoria. Por fin se encuentra bien y hemos podido enviarla a la maison. Por la tarde hemos tomado un refrigerio con cacahuetes en el bar camino de casa, después una pequeña siestecita, porque aunque mañana sea laborable aquí, hoy se sale de fiesta. Hemos ido a “les deux collines” (las dos colinas), un pub-chiringuito desde el que se veía el mar, construido a base de cañas de bambú, con la luz muy tenue, con una pista central circular alrededor de la cual había unas mesas con banquetas, sin demasiada gente ni música demasiado alta, donde hemos bailado los ritmos africanos típicos. Nosotros, como mañana también madrugamos, a la hora de la Cenicienta ya estábamos en casa.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Camerún día 22


La urgencia de ayer (y tal vez algo de cansancio acumulado) nos ha pasado factura. Hoy hemos estado hechos polvo todo el día. Y por las veces que nos lo han dicho, se nos notaba en la cara. Y encima hemos tenido dos cirugías programadas de “aúpa”. Hemos realizado, José, Julio y yo, dos histerectomías a dos pacientes que tenían lo mismo, pero en diferentes proporciones. Miomas uterinos gigantes. Y digo gigantes porque no estamos acostumbrados a ver eso. En nuestro medio se detectarían antes y no se dejaría evolucionar tanto. El primero y más pequeño ha sido más complicado de extirpar porque se adhería a estructuras vecinas. Pero en el segundo, de unos 40 centímetros de diámetro mayor, aunque la cirugía ha sido muy espectacular, a la vez ha sido más sencilla. Es muy curioso que los familiares se lo han llevado, según nos han dicho, para enterrarlo. Éste es un hecho que hemos visto muchas veces estos días. Que te pidan aquello que hemos extirpado. Existe dos teorías al respecto. La primera dice que es porque realmente quieren hacer algo con el trozo de persona que quitamos. La segunda, y por lo que se cuece por otros hospitales cercanos no es tan descabellado creerlo, dice que lo quieren como prueba de que realmente se les opera. No será la primera vez que a alguien le han dicho que le han operado de algo y no se haya hecho realmente. Hay casos en que esto lo tenemos algo difícil, como cuando operamos de hernia. No entienden que no se les dé nada si les quitamos los “bultos esos que le salen de la barriga”. Algunas veces nos han pedido ver las fotos de la cirugía. Hoy teníamos planeado cenar un marmitako que entre José e Íñigo nos iban a preparar. Pero mientras se cocían las patatas nos han llamado de una urgencia. Un caso muy similar al que tuvimos en la primera semana. El típico embarazo extrauterino, y encima ahora teníamos aquí un ginecólogo para que nos lo confirmara con su ecografía. Pero sólo con lo que nos han contado por teléfono ya teníamos hecha la sospecha diagnóstica. Caso bastante claro, incluso por una panda de cirujanos. Pero venía del hospital del distrido, donde le habían tenido dos días únicamente con sueros. La paciente se encontraba bastante jodida. anémica a simple vista, con shock hipovolémico. El marido nos ha contado que le habían cobrado, no le hacían nada, empeoraba y se había enterado de que había un ginecólogo en el hospital de Ebomé, pues se la ha traído. La he operado según el estilo que José me iba marcando, por eso de aprender de quien realiza este tipo de operaciones normalmente. Tenía más de dos litros y medio de sangre en el abdomen. Más otro litro y pico que habría entre coágulos, lo que nos ha caído en el suelo, y lo que ha recogido mis pantalones. Tengo la sensación de que siempre me pongo en el lado en que caen los fluidos resultantes de las cirugías. Mis calzoncillos y calcetines ya se han manchado de pus, sangre y líquido amniótico. Esta paciente, si sale, será por dos casualidades. La primera, que hubiera un equipo quirúrgico que se haya hecho cargo de su caso. Hemos sido nosotros pero podía haber sido cualquier voluntario de los que han pasado o pasarán. Y la segunda, que a pesar de tener un grupo sanguíneo algo raro, su marido y un hijo sean compatibles y puedan donarle algo de sangre. Hemos descubierto al hacer pruebas cruzadas y de grupo sanguíneo a los familiares, que la supuesta hija menor de la paciente y su marido, sólo lo será de ella. Genéticamente es imposible que sea de los dos, así que si damos por supuesto que la madre es la madre, el padre es un rato cuernudo. Y si además lo analizamos desde nuestro punto de vista, también podemos decir que es un poco cabrón. Cuando le estaba explicando (con la traducción simultánea que hacía Margarita) lo que le había pasado, lo que le habíamos hecho, que estaba muy grave, lo que podía pasar, incluso morirse... la primera pregunta que ha hecho ha sido que cuándo se puede volver a quedar embarazada. En cambio, ha sido el único paciente que nos ha agradecido que le salváramos la vida, que se ha dado cuenta de que en el otro hospital hacen las cosas mal. Incluso nos ha dicho que nos quiere regalar un souvenir. Durante nuestra visita vespertina al hospital, además de la cirugía, hemos atendido a dos urgencias más. Un parto-aborto de un feto muerto (de lo más desagradable que se puede hacer), y una retención de orina que no hemos conseguido sondar y hemos realizado una punción suprapúbica (leyéndonos las instrucciones del kit de punción, pues no lo habíamos hecho nunca, aunque no tiene demasiado misterio). Si pasar visita por las salas de hospitalización de día ya puede provocar la náusea más profunda (que se lo pregunten a Margarita), ver cómo está el hospital por la noche se convierte en un espectáculo dantesco: enfermos semidesnudos o desnudos tumbados sobre los camastros, familiares por los suelos, o compartiendo la cama con el enfermo, gran cantidad de trastos y las pertenencias de las familias... menos mal que los animales que se traen para cocinar no duermen allí dentro también. Y esto si sólo hablamos del tema visual, por no entrar en los otros sentidos a los que estamos expuestos. Pero esto que a nosotros todavía (después de 20 días, y a algún otro con años de experiencia) nos parece muy alarmante, para ellos es lo normal. Y menos mal, porque mucho más no se les puede ofrecer por ahora. Todos tenemos curiosidad de cómo será, por ejemplo, el hospital del distrito. Al volver del hospital teníamos preparado el marmitako, que aunque con ingredientes cameruneses (y alguno nacional que se ha traído José), estaba delicioso.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Camerún día 21 BIS

A punto de ir a la cama, me avisan que tenemos una posible urgencia. Cogemos el coche, la carretera no se ve bien ni con las luces largas, el cristal se empaña por nuestro calor corporal (el aire para desempañar no funciona). Lo único bueno de conducir de noche es que hay poco tráfico. Al llegar nos encontramos con una embarazada cuyo feto no progresa. José indica la cesárea. Margarita, con poca colaboración por parte de la preñada le coloca un raquianestesia- Me deja sacar al feto, o mejor dicho, a la feto. Niña, 3700 g. No llora, está poco reactiva. Mientras terminamos el asunto de la placenta, cerrar la herida y demás, oímos los llantos a través de la puerta. Respiramos un poco más tranquilos. Incluso nos sacamos una foto graciosa. Volvemos, se ha hecho tarde, mañana tenemos dos cirugías, nos ha picado algún mosquito. Pero estamos contentos.

Camerún día 21


De madrugada ha empezado a llover y no ha parado hasta la hora de comer. Luego se ha mantenido nublado, pero sin caer ni gota. De nuevo nos hemos quedado sin playa. De las cirugías programadas para hoy, sólo hemos operado otra hernia que anoche llegó a urgencias y se logró reducir. Es un paciente extremadamente delgado que habla y entiende el español. Fue mecánico y después electricista en Guinea hace 15 años. Ahora es pescador en Batanga. Durante la cirugía la lluvia ha sido muy intensa y el ruido dentro del quirófano por el golpeteo continuo del agua contra las chapas metálicas del techo apenas nos permitían hablar. La otra cirugía programada para hoy era de trauma. Tenían que enderezar el dedo meñique a la ayudante de la secretaria, que lo tiene cerrado como en garra con un puente cutáneo porque hace seis años sufrió una quemadura eléctrica. Se lo ha repensado y ha preferido quedarse como está. La verdad es que el éxito no estaba asegurado. No le hemos discutido su decisión. Así que otra vez hemos terminado algo pronto nuestra jornada laboral, aún llevando el ritmo camerunés, empezando tarde a pasar visita, haciendo tarde las curas, empezando tarde el quirófano... y al igual que ayer, hemos vuelto andando hasta la casa. Pero esta vez con tres paradas: bar-tienda-bar. En el primero ya cenamos una vez, un balcón a pie de playa: cervezas y cocacola. La segunda estación de repostaje ha sido un bareto con todos lo tópicos típicos: mesas bajitas con sillas de plástico en el porche de un local oscuro, no demasiado limpio, lleno de lugareños, donde tenían la música a todo volumen (la sensación al intentar hablar era similar a la del quirófano esta mañana), y televisaban un partido de fútbol de la liga alemana; y cómo no, cerveza. En casa y tras un pequeño descanso la cena: tortilla de patatas, judías verdes exquisitas especialidad de Denís (alias te-engaño-con-el-precio-cuando-hago-la-compra), arroz “tres-sobras” (el arroz blanco de todos los días camuflado con todo lo que Teresa ha encontrado por nevera y estanterías), lomo, queso y más cerveza que han comprado tras el paso por el bar. Después de tanta cerveza es normal que alguno haya acabado jugando a tiro al escarabajo con los cubiertos y comulgando con el lomo embuchado (que por cierto, estaba de la hostia). Hoy nos hemos enterado que seguramente el viernes iremos a visitar a los pigmeos. Ya estamos organizando los quirófanos de los días que nos quedan. Mañana ayudaremos a José a extirpar unos úteros con unos miomas gigantes. A ver si todavía tenemos suerte y podemos rajar a alguien más.

martes, 3 de noviembre de 2009

Camerún día 20



Después de la tempestad viene la calma. Ayer parece ser que ya operamos bastante, y hoy no hemos entrado en quirófano. Ha sido un día tranquilo. Hemos pasado visita, curado heridas, visitado bebés recién nacidos... A media mañana han llegado Yolanda y Clara, enfermeras que repiten experiencia en HEK y que tendrán una estancia más prolongada. A un cirujano (incluyo aquí todas las especialidades quirúrgicas) no le gusta quedarse en el hospital si no tiene nada que hacer. Y para evitar matar a los lagartos a datilazos (José, de forma casual, ha inventado el tiro al lagarto) y como la ayuda que podíamos prestar en el almacén era más bien poca, a pesar de los avisos por parte de los relámpagos y truenos, los cinco quirúrgicos nos hemos ido a dar un paseo camino de casa. Durante el camino, temas de conversación típicos de tíos-cirujanos: tecnología, mujeres, coches, el tamaño del miembro de los negros... Hemos encontrado un desvío que acababa en la playa, con un hotelillo muy acogedor. Nos hemos tomado algo en su porche mirando al mar. Mientras los presagios de lluvia se cumplían, unos vendedores de artesanía local nos han enseñado su muestrario. En principio no pensábamos comprar nada, pero sacando a relucir algún gen residual de ascendencia fenicia, entre el regateo y el trueque (bolígrafos, gafas, linternas) nos hemos agenciado unas máscaras y figuras de madera y barro. José, en su afán de promoción de la consulta de planificación familiar, ha repartido condones entre los vendedores ambulantes. Ni cuando les hemos pagado por la artesanía han sacado una sonrisa tan profidén. Lo que no hemos tenido en cuenta es la talla. Cuando la lluvia nos ha dado un respiro, hemos continuado hacia casa, donde nos esperaba una cena con queso, lomo, jamón... vamos, lo que toca cuando vienen nuevos (aunque repetidores) huéspedes a la casa.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Camerún día 19

Hoy el grupo ha amanecido más quirúrgico todavía: se nos han unido dos traumatólogos de Sevilla, Íñigo y David. Con tanto cirujano suelto la situación se puede volver muy peligrosa, sobre todo para la única anestesista. Menos mal que sólo tenemos un quirófano, sino le pediríamos ir a dos a la vez. Y hoy casi podríamos haberlo hecho, porque ha sido el día que más veces hemos tenido que operar. Las cirugías programadas se han desarrollado dentro de la normalidad, una hernia y un hematoma pélvico de origen ginecológico. Pero a lo largo de la mañana hemos tenido dos urgencias. La primera ha sido una cesárea, en la que nos hemos lavado José, Ínigo y yo. Es graciosa la escena de un traumatólogo y un cirujano general ayudando al ginecólogo. Todo ha ido bien. La segunda urgencia ha sido otra vez el chico de los abscesos que operamos el jueves. Los traumas han descubierto pus en su rodilla izquierda y se lo han drenado. Cuatro cirugías al ritmo camerunés te hacen salir tarde del hospital. Pero para rematar la faena, mientras acabábamos de cenar nos han llamado de una urgencia quirúrgica. Un chico joven con una hernia incarcerada. José nos ha acompañado porque decía tener el presentimiento de que más tarde le iban a llamar por cualquier otra cosa. Una especie de visita preventiva. Suponíamos que ocurriría como aquella noche en que redujimos otra hernia y la operamos a la mañana siguiente. Pero no. No entró la condenada. Hernia inguino-escrotal gigante. Mira si era grande, que hacía que el miembro viril del paciente (de dimensiones africanas estándar, es decir monstruoso) pareciera un gusanillo. Hemos tenido que montar todo el quirófano rápidamente, pues existía riesgo de estrangulación de la hernia. Mientras cogíamos todo el material, José es ha ido a la maternidad a echar un vistazo, no fuera que le necesitaran para algo. Cuando empezábamos la cirugía, José ha vuelto y nos ha dicho: “he asistido un parto”. Pues tenía razón en que le necesitarían. La hernia, con mucho sudor y esfuerzo, se ha corregido, tenía asas de intestino muy enganchadas, pero que por suerte para todos no hubo que resecar. Una vez operado, la proporción pene-testículos ha vuelto a su relación normal (esa que deja a la raza blanca en ridículo espantoso). Hemos vuelto tarde a casa, muy cansados, pero satisfechos con el trabajo realizado.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Camerún día 18


El desayuno de hoy ha sido la bomba. Teresa ha preparado guacamole, teníamos cocos que Denís (el vigilante) y sus hijos acababan de coger de las palmeras de la casa, y una especie de buñuelos cameruneses que ha traído José (cada vez es más majo), después de dar una vuelta y visitar la catedral durante la misa. Camino a las playas hemos parado en el hospital para saludar a nuestros pacientes. Estando allí ha llegado una paciente para José, a la cual operará y yo le ayudaré mañana. Además tenemos un chico español ingresado por una gastroenteritis (dice Samuel) o un paludismo (cree el paciente). Desde el hospital, mientras Teresa hacía gestiones, nos hemos ido paseando hasta las cataratas del río Lobé, donde estuvimos hace dos fines de semana comiendo camarones, y donde nos ha recogido con el coche. La paradisíaca playa de Gran Batanga en la que hemos estado es la más bonita que he visitado en Camerún hasta ahora. Estábamos solos, a excepción de tres chiquillos lugareños que estaban jugando en la orilla. A pesar de que estaba nublado e esto invitaba poco al baño, como realmente hacía calor, lo hemos hecho, y menos mal, porque ha sido muy refrescante. Al volver hemos parado a hidratarnos en L'etoil de mer, una especie de restaurante, regentado por un belga, muy bien montado, limpio, chulo, con un chiringuito grande a pie de playa, un gran jardín, un barquito... Este tipo cría sus propios animales que luego ofrece para comer. Estaba allí con su mujer y su parlanchina y guapa hija, Mirena, de seis años, que nos ha enseñado toda la casa y los animales (cerdos, ovejas, patos...). Como el sitio tiene mucho encanto hemos decidido volver el sábado que viene después de la media jornada en el hospital. Un pelin tarde para comer hemos vuelto a casa, donde nos esperaba unos pescados a la brasa, patatas, y el plato estrella de la semana: salmorejo. Lo ha preparado José (mira que es majo) esta mañana después de la misa. Se suponía que era para la cena, pero entre lo que apetecía y lo bueno que estaba (casi como el de Mariví), nos lo hemos terminado. Este José no sé si me dejará operar mucho, pero para temas culinarios ha sido un gran fichaje. Sólo faltaba que hubiera pescado algo en la playa con la caña que se ha traído de España. Y para cenar, aunque no teníamos mucha hambre, nos ha preparado unos huevos fritos, arroz blanco y ha vuelto a sacar ese jamón tan rico. Nos estamos malacostumbrando. Mañana empieza nuestra última semana aquí en Kribi. Esta noche llegan los traumatólogos. A ver si entre lo de gine, algo de trauma, nuestro quirófano programado y alguno más que captemos, una o dos urgencias y alguna cesárea, completamos el trabajo para estos últimos días.

sábado, 31 de octubre de 2009

Camerún día 17


La media jornada de hoy ha sido bastante intensa. Hemos pasado visita entre los llantos de la hija de un paciente que ha fallecido en el hospital por una patología respiratoria. Esta chica no paraba de andar de un lado para otro, gritando, dando pisotones y palmadas en el suelo, llorando. Nos han explicado que ésta es una reacción común aquí, el desahogarse de esa forma. Incluso, a veces, familiares algo lejanos que llegan al lugar del fallecimiento también realizan estas maniobras un tanto escandalosas como muestra de respeto. Esta noche se ha dado a la fuga un paciente al que teníamos que realizar una cura esta mañana en quirófano. Es raro porque ya había pagado la mitad de lo estipulado. Volverá. Quien también se ha marchado, pero sin pagar, ha sido una mujer que ayer dio a luz. El “sinpa” es un hecho algo común en este hospital, aunque no la norma, porque saben que se les atiende medio-bien, y es probable que algún día vuelvan, ellos o algún familiar. Y es que aquí las familias son muy extensas, porque a los hermanastros se les considera hermanos, se dice hermanos de padre o de madre, y como la media de hijos por mujer es alta (casi 5), pero se suele tener hijos con varias parejas antes de que se formalice un matrimonio... Pues eso. Y nuestros pacientes, a excepción de la chica que operamos ayer, se encuentran bien, dentro de la normalidad. Durante la ronda por la sala, la operada ayer se encontraba muy justita, séptica, fallo renal, dificultad respiratoria. Nos temíamos lo peor y así ha sido. Ha fallecido a las 11.20h. Las maniobras de reanimación ni se han intentado. El duelo del marido ha sido algo más discreto. Seguramente ya se lo esperaba por lo que le explicamos ayer y viendo como se encontraba. Aquí el tema de la muerte es bastante particular. Al preguntarle a Samuel por las gestiones que nos tocaba realizar por el fallecimiento, me ha explicado que la familia se ocupa de todo. Se ocupan del cadáver, se lo llevan como pueden del hospital para preparar el funeral. De hecho me han comentado más de una vez que es frecuente el traslado de cadáver en moto, en medio entre dos personas. Y se entierran donde les viene en gana, normalmente en terrenos colindantes al domicilio. Supongo que por eso de tener a la familia cerca. Al lado del hospital hay un terrenito con unas 8 o 10 tumbas, pero lo que más he visto es una (sobretodo) o dos sepulturas aisladas al lado de casas. Volviendo del hospital hemos visto por la carretera un cortejo fúnebre. Delante, los familiares más cercanos portaban un retrato grande de la difunta. Después, el coche con el ataúd, y detrás más gente, casi toda muy arreglada, todos de blanco y negro. Hemos observado que aquí los grupos sociales, sea cual sea la característica unificadora de los distintos elementos del conjunto, como por ejemplo pertenecer a la misma familia, un grupo de amigas, la celebración de una fiesta religiosa, los del equipo de hockey sobre hielo... suelen llevar un atuendo común. A diferencia del que llevaban los chavales en la película alemana La ola, aquí suelen estar hechos con telas africanas con coloridos llamativos. Incluso los trabajadores del hospital dicen que tienen una propia vestimenta personalizada, aunque yo todavía no la he visto. Lo del traslado en moto no ha sido el caso de los cadáveres de hoy, se los han llevado en coche. Después de estos desagradables sucesos, hemos tenido que hacer de traumatólogos, pues Mama Elise ha traído a su marido con lo que creemos era una fractura de Colles (fractura diafisaria del radio). No estaba desplazada, o eso nos ha parecido intuir en las radiografías que el encargado de mantenimiento, que igual está pintando las paredes, cambiando bombillas, arreglando la valla o irradiando a la gente, ha realizado. Mientras hacía las placas, las revelaba en el cuarto oscuro y dejaba que se secaran al sol, como desconocíamos el tratamiento idóneo de estas fracturas (y de cualquier fractura), hemos intentado hacer lo que cualquiera haría: consultar internet. Pero resulta que hoy nos habíamos dejado el módem portátil en casa. Así que hemos improvisado una especie de tormenta de ideas, sin llegar a ningún consenso. Como esto de realizar unas placas y tener el resultado es un proceso un tanto artesanal, me ha dado tiempo a consultar varios libros que hay abandonados por el hospital, y en un manual de urgencias he leído un capítulo que hablaba de las fracturas. Margarita, al trabajar muchas veces en quirófano con traumatólogos, sabía muy bien qué tipo de vendas poner encima y debajo del yeso y cómo crearlo (láminas de yeso más agua). De esto más o menos me acordaba de las prácticas que tuve en sexto de carrera, en las cuales puse uno o dos yesos. Como yo era el más experimentado (y el que más ganas tenía de hacerlo), me ha tocado ponerlo a mí. La duda ahora era cómo de largo tenía que ser el yeso: ¿cogiendo sólo la muñeca? ¿o también el codo? Como el año pasado un conocido mío (Pepe el de la barba) tuvo la misma fractura (aunque desplazada), recuerdo que le pusieron una férula desde muñeca a codo, incluyendo ambos, así que lo he propuesto, y aunque al principio ha parecido un poco exagerado, nuestro razonamiento final ha sido el siguiente: 1) más vale pasarse que quedarse corto, y la teoría que he argumentado de inmovilizar el codo para evitar la prono-supinación, ha convencido; 2) como esta semana vienen dos traumatólogos, si está mal puesto, pues que lo quiten y pongan otro. Al acabar la jornada laboral, los hombres de la casa (José, Julio y yo) nos hemos ido a dar una vuelta por la lonja, ver el ambiente de los barcos llegando y descargando el pescado, y tomarnos un algo. Nuestra idea inicial era una tapita de camarones con 650 cc de bebida, y tal vez más tarde comer. Pero como no venía Margarita ni Teresa, y nuestro francés es patético, hemos acabado (dos horas después de pedir y que nos enseñaran una especie de palangana llena de los bichos vivos) comiéndonos cada uno un pedazo plato de camarones y otro de plátano frito. Estaba muy rico, aunque llevara más picante de lo que acostumbramos a comer, pero seguro que menos de lo que acostumbran aquí, que es una pasada. Al terminar, para rebajar un poco el aperitivo, hemos paseado hasta un par de iglesias. La primera presbiteriana, donde estaban ensayando un grupo de cantantes, y uno de ellos se ha prestado a enseñarnos el templo. Después, y como ya empezaba a llover, y parecía que la tormenta iba a ser bastante potente, hemos echado un vistazo rápido a lo que llaman la catedral católica antes de volver a casa. Hemos pasado gran parte de la tarde sin luz, y la conexión a internet también ha fallado. Para matar el tiempo hemos jugando a cartas, a la escoba. Kribi, como ciudad mediana-grande, aunque también sufra cortes de luz, los suele recuperar en cuestión de horas. Y esto ocurre casi todos los fines de semana. Las ciudades grandes, Yaundé o Douala, a penas se quedan sin electricidad, y cuando ocurre, es escasa la duración. Si estuviéramos en un pueblo perdido en la jungla, la falta de luz podría durar días. Como buen sábado noche, y todavía con las gambas revoloteando por el estómago, hemos decidido salir a cenar al sitio pijo que fichamos el día que fuimos al mercado. No tenía mucha hambre, pero confiaba en la costumbre local de las dos horas de espera, que se ha cumplido, y tras una amena conversación sobre cine, música, gastronomía, medicina, anécdotas graciosas, viajes y otros temas, me he comido un filete de barracuda. Mañana domingo, tras pasar por el hospital, queremos ir a las playas de Gran Batanga, otra zona costera más al sur.

viernes, 30 de octubre de 2009

Camerún día 16

Hoy, al contrario que algún día pasado, he tenido la sensación de que hemos currado bastante . En un principio la cosa no pintaba demasiado prometedora, porque sólo teníamos programada una cirugía, una hernia en una señora mayor, cuya nieta resulta que es albina.Nunca había visto a un negro albino. Otra paciente que teníamos que operar, una litiasis biliar, no había aparecido, y ya pensábamos, igual que pasó con la paciente de la neoplasia de mama, que no volvería. Me siento un poco como los dependientes de las tiendas cuando les decimos “me doy una vuelta y vengo, resérvamelo”. Pero ellos saben perfectamente que la probabilidad de que volvamos es baja. Aunque a veces sí pensáramos volver, al encontrar el producto en cuestión en otro sitio, y ya sea por calidad o por precio, no volvamos, y encima pensamos: “que le den al del Corte Inglés”. Pero en nuestro caso, referido a la atención médica, no tiene explicación, porque somos como el Club del Gourmet con precios del Carrefour (descuentos incluidos), sobre todo si tenemos en cuenta a la competencia, o mejor dicho, a la in-competencia. Pero justamente hoy ha ocurrido lo contrario, la señora ha venido. No sé si ha ido a preguntar en otros centros, pero la cuestión es que ha venido y para pagar su fidelidad le hemos hecho la oferta del día, 2x1, y por la incisión de la vesícula también le hemos quitado el apéndice. También hemos operado una urgencia, una chica de 23 años, VIH, con un cuadro de íleo (parón) intestinal, que no sabíamos bien a qué era debido, pero que al realizarle la laparotomía hemos encontrado más de 2 litros de pus y un hígado fibroso. A posteriori hemos concluido lo siguiente: VIH, alguna hepatopatía, posible cirrosis, ascitis infectada que acaba siendo purulenta y provoca el cuadro de íleo paralítico. En España se le habría realizado un TAC en el que habríamos visto el pus, y tal vez se hubiera operado para drenarlo. Sólo le hemos podido realizar una radiografía de abdomen en la que se veía (imaginaba) dilatación de asas de delgado. Las radiografías se hacen a la antigua usanza, con revelado y secado al sol. Claro, la calidad de las imágenes es un tanto justita. Aquí el TAC son nuestros ojos, así que se ha llevado un viaje en forma de laparotomía media suprainfraumbilical, hoy justificado, y a veces, como ayer, evitable si se diera otras circunstancias. Al chiquillo de ayer lo hemos curado, y milagrosamente se encuentra bastante bien. De hecho esta mañana estaba sin fiebre, con menos dolor, y el tío ya nos preguntaba si podía comer. Seguramente mañana le hagamos una revisión más concienzuda, tal vez en quirófano, en función de como esté. No paramos de repetirnos que esta gente está hecha de otra pasta. Por suerte para nosotros, pero sobre todo, para ellos.

jueves, 29 de octubre de 2009

Camerún día 15


Hoy hemos conocido a José, el ginecólogo. Ayer en su viaje hasta Kribi no le pilló la lluvia. En cambio sí ha comentado que había una niebla bastante densa. Menos mal que le trajo el Silvain alias veo-a-través-de-la-niebla. Va a pasar 15 días en el HEK. Es un tío majo, sobre todo desde que en la cena ha sacado un paquete de jamón serrano envasado al vacío. Por la mañana, camino del hospital hemos visto una bandada de lo que pensábamos que eran pájaros, pero que ha resultado ser cientos y cientos de murciélagos. Es lógico que si hay millones de mosquitos, haya cientos (nunca suficientes) posibles depredadores para éstos. Hoy parecía que iba a volver a ser otro día sin demasiado trabajo. Pasamos visita, hacemos las curas, vemos un par de pacientes para operar los próximos días. He pensado estar con José en la consulta de gine estos días que no tenemos tanta faena nuestra. El hospital, para potenciar que las mujeres vengan a la consulta y se hagan en un futuro controles prenatales, ha puesto carteles informando de la gratuidad de la consulta ginecológica estos 15 días. Así que esperamos que vengan bastantes mujeres. Hoy la mayoría delas pacientes eran las propias trabajadoras del hospital o sus familiares. Casi todas quieren quedarse o saber si están embarazadas. Hoy le hemos dado la buena nueva a una que venía esperándolo. Le hemos hecho una eco y hemos visto al feto, con sus patitas, su cabecita, su corazoncito a mil por hora... Aquí, para las mujeres, el quedarse embarazada antes de casarse no está mal visto. De hecho es casi algo bueno, porque se está demostrando que se es fértil para “dar hijos al marido”. Esta expresión la hemos oído varias veces. Pues cuando estaba viendo pacientes con José, ha llegado una urgencia. Enviado desde otro hospital venía Henry Patrick, un chaval de 23 años con muy mal aspecto. Era un tío fortachón, y se quejaba de dolor generalizado, mayor en codo izquierdo y cadera derecha, donde presentaba dos zonas inflamadas y fluctuantes (colecciones de pus), pero sobre todo se quejaba del abdomen. A la palpación presentaba casi irritación peritoneal. La historia que contaba era que empezó con un dolor abdominal que había ido a más, con fiebre alta, y aparición de estos abscesos en codo y cadera. No era la primera vez que había tenido algún absceso. En el otro hospital le habían hinchado a antiinflamatorios y antibióticos. No nos cuadraba para nada la exploración, la anamnesis y la evolución que había tenido. Barajábamos: inmunodeprimido por algo (¿VIH, VHC?) que le causa los abscesos, perforado (¿por los antiinflamatorios?) por la exploración abdominal que presentaba, ¿todo junto?, ¿o algo abdominal que se había extendido vía hematógena a articulaciones? Lo único que nos parecía claro era que tenía un abdomen agudo, y hemos decidido revisarlo en quirófano. En España le habríamos realizado un TAC, pero claro, aquí o miramos dentro o esperamos. Y por si acaso, le hemos abierto el abdomen. Presentaba una hepatomegalia como reacción a la sepsis, pero nada más. Laparotomía en blanco. Fallo. Agua. Cagada. Bueno, creemos que más vale pasarse que no llegar, y a veces ocurre esto. Demasiado bien nos estaban yendo todos los pacientes. Luego le hemos drenado el pus de codo/antebrazo y cadera. En total más de medio litro. Las analíticas no han demostrado que tenga VIH ni VHC. Con el grado de infección que tiene este tío es raro que no estuviera peor aún. En España este es el típico paciente que llega a urgencias hecho mierda, que precisa de un montón de drogas para salir adelante. Aquí igual acaba siendo así, pero no tenemos ni UCI ni esas drogas. Seguro que vamos a tener que reoperarlo y revisar las heridas mañana o pasado. Con esta urgencia, que hemos acabado por la tarde, hemos finalizado la jornada laboral de hoy. Del hospital he vuelto en la moto con Alain. Bastante divertido el viaje, y más cómodo porque es más fácil esquivar los baches. Hemos presentado la playa del faro a José, nos hemos tomado unas cervezas y colas en Siloé, el restaurante de la francesa que está al lado del puente, y hemos vuelto a casa a cenar, con la grata sorpresa del jamón serrano made in spain. Esto es lo mejor de que vengan nuevos a la casa, que suelen traer cosas que aquí no hay. Espero con ansia la venida del queso y el chorizo ibérico... quiero decir, de los traumatólogos y enfermeras.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Camerún día 14



Ya nos habían advertido que la combinación Samuel-Jeep no era muy buena. Si además le sumamos el inicio del diluvio universal y el camino de regreso del hospital a la maison, la cosa puede adquirir tintes dramáticos. Empecemos por principio: hoy ha vuelto ha ser un día aburrido y sin excesivo trabajo. Hemos pasado visita, dado altas hospitalarias, y fichado a un par de pacientes para operarse. Pero, como casi siempre, alegan problemas económicos. Aquí en Camerún se paga en los hospitales, y aunque también en el Hospital Ebomé de Kribi (HEK), los precios son menos de la quinta parte que en el resto. A parte de que aquí se realicen las cosas bien (dentro de las limitaciones), y nunca se deja de atender a un paciente porque no tenga dinero. Siempre se intenta arreglar algo, como pago a plazos, o bien pagar sólo una parte del precio estipulado. La idea es intentar que el hospital sea lo más autosuficiente posible (económicamente hablando). Pues bien, cuando estos pacientes consigan el dinero, vendrán a operarse. Como hemos terminado nuestras tareas pronto, teníamos la idea inicial de marcharnos pronto a la maison dando un paseo y aprovechar la tarde para ver artesanía o dar visitar la ciudad. Pero hemos salido a pasear por los alrededores del hospital, siguiendo el sentido contrario hacia la ciudad, y como teníamos tiempo, y el camino era agradable, hemos andado y andado. Nos ha picado la curiosidad una carretera asfaltada que salía del polvoriento camino principal, en la bifurcación de los cuales había un cartel anunciando parcelas disponibles cerca de la playa. Hemos supuesto que el dinero público que hace años se tenía que haber destinado a la carretera principal y a los puentes se había desviado hacia el acceso a estas parcelas. Por el interés por estas parcelas y al oir no demasiado lejos el sonido del mar, era ya cuestión de alargar el paseo lo que hiciera falta para llegar hasta la playa. Y así lo hemos hecho, aunque habíamos salido con los pijamas verdes del hospital. Si nos vieran los de medicina preventiva... Antes de llegar a la playa hemos pasado por un camino sin asfaltar, a través del cual pasaba un hilera de miles de hormigas. Eran tantas pasando que habían labrado un surco sobre la tierra. Me he parado a hacerles fotos, y como quien juega con fuego se quema, quien hace fotos a la marabunta demasiado cerca, se llena de hormigas. Por suerte sólo han sido unas piltrafillas de esas pequeñas, ninguna cabezona con dientes, pero aún así costaba de soltarse una vez te han mordido. Superado el ataque de las hormigas, hemos llegado a una playa preciosa, yo diría casi virgen, a la cual nos hemos propuesto volver en condiciones. Tras un relajante paseo por la arena, hemos vuelto con el paso un poco más acelerado al hospital, pues se nos había hecho casi la hora de cierre. La intención primera de volvernos pronto y paseando a la maison quedaba descartada porque era casi la hora en que la guagua se vuelve a Kribi y además ya habíamos andado suficiente. Pero ha resultado que la guagua se ha llenado de los trabajadores y de enfermos enseguida, y como Samuel también se iba hacia la ciudad, hemos decidido volvernos con él. No habíamos subido todavía con Samuel como conductor. Nada más entrar he intentado ponerme el cinturón, comprobando que sólo está la cinta, y no el enganche para fijarlo. El Jeep sí lo habíamos catado, y sabíamos que su suspensión no es precismente su punto fuerte. Y hemos visto como a Samuel, a sabiendas que conduce un todoterreno, le gusta coger todos los baches que se encuentra por el camino, y a una velocidad considerable. Menos mal que los techos de este coche son altos, porque con los saltos que he pegado, en cualquier otro vehículo el traumatismo craneoencefálico estaba asegurado. La cosa ha empeorado más si cabe cuando ha empezado a llover. Samuel ha tardado como dos años en encender los limpiaparabrisas. Yo había supuesto que no funcionaban, por lo que tardaba. Y hubiera tenido guasa que nos hubiéramos estrellado en este trayecto y no fuera por culpa de Samuel. En un cruce ya en la parte asfaltada del camino, un coche se nos ha cruzado por delante para girar a su izquierda, con poco espacio, la verdad, pero justo cuando Samuel estaba algo distraído sacando algo del bolsillo de la camisa. Pero ha reaccionado a tiempo, lo justo para frenar, patinar sobre el suelo mojado, no estamparnos con nada, 180 latidos por minuto, insultos por su parte al otro conductor, y continuar la marcha. Una vez en casa, la lluvia que había sido bastante benevolente con nosotros, se ha enfurecido sobremanera. No quiero pensar el viajecito que ginecólogo estará sufriendo viniendo desde el aeropuerto con el kamikaze Silvain. Mañana en el desayuno nos contará.



martes, 27 de octubre de 2009

Camerún día 13


Me habían regalado una cámara nueva con un super-objetivo. Lástima que no era una Olympus. Cuando empezaba a degustarla me ha despertado Julio diciéndome que teníamos una cesárea urgente. Eran las cinco y media de la madrugada. Dentro de lo malo, sólo nos ha quitado una hora de sueño. Lo más rápido posible marchamos hacia el hospital. Tras comprobar que el quinto embarazo de Bernardette Tchocounga presenta un prolapso de cordón, decidimos realizar una cesárea. Ha venido también Teresa, la directora del hospital, y hemos llamado a Godlove, el enfermero que hace las veces de anestesista cuando el hospital no dispone de uno. Él, al menos, sabe donde encontrar todo el material. Durante la preparación anestésica, la señora nos ha pedido si era posible realizar una ligadura de trompas. Faltaría más. A un ritmo extrañamente rápido y sin ningún percance logramos empezar la cesárea relativamente pronto. Todo sale fenomenal, a pesar de un par de vueltas de cordón y un poco de líquido meconial. Niño, 2600 gr. Cuando Margarita le pregunta por el nombre, la madre dice que todavía no lo tiene pensado. Es más, le ofrece a nuestra anestesista que elija el nombre que quiera. Ella, ni corta ni perezosa, le dice: Manuel, como su chico. Y si no se ha arrepentido de la oferta, alegando locura transitoria, estrés post-traumático o estar bajo los efectos de las drogas administradas por el equipo de anestesia, así se llamará el renacuajo. Como en toda cesárea, el acto quirúrgico es un mar de líquido amniótico, sangre y meconio, que casualmente cae del lado derecho de la paciente, donde estoy colocado. Estoy empezando a pensar que Julio me deja operar sobre todo las intervenciones en las que prevé que haya que pringarse, como en la del embarazo extrauterino y la cesárea (realmente me lo deja casi todo). Mientras se llevan a Manuel a la maternidad, nosotros terminamos la cirugía con la ligadura y el cierre. Acabo empapado, desde la cintura para abajo. La mezcolanza de líquidos traspasa la bata y el pijama. Los agujeros de mis zuecos dejan que mis pulcros calcetines blancos acaben llenos de topos rojos. Cuando tras adecentarnos un poco vamos a la maternidad a ver al neonato y a su madre, nos damos cuenta de que el pequeño lleva puesto un pijama, una chaqueta con gorro, una toalla, y encima una tela africana. La justificación, a parte de para que no pierda calor por eso de ser un feto, es que aquí ahora es época de frío, aunque estemos a 28ºC, época de lluvias. Pero la verdad es que ya estamos acabando este período. Ha pasado de llover todos los días a hacerlo intermitentemente, casi todos los días, incluso ahora alguno sale caluroso. No quiero saber el calor y humedad que tendrán en su verano. Como la cesárea nos ha trastocado el inicio, hemos ido a remolque el resto del día. Menos mal que hoy solamente teníamos una cirugía programada, una hernia inguinal recidivada (hernioplastia vía preperitoneal, para quien le interese). Hemos re-pasado visita rápidamente, Samuel lo había hecho por nosotros. Seguramente daremos el alta mañana a todas nuestras pacientes, a excepción de Mamá Esther, la señora con una neoplasia pancreática. No conseguimos un control del dolor. Ni lo conseguiremos. Tendremos que buscar la mejor solución posible, porque a excepción del dolor, se encuentra bastante bien. De entre los varones, sólo nos quedará Samson, el chiquillo con la fístula intestinal (re-operado 5 veces). Tras la cirugía, hemos intentado captar enfermos para operar, pero se resisten. Sólo hemos conseguido engañar a un niño de dos años con una hernia inguinal, pero tiene un catarro y nos esperaremos a la semana que viene. No sé si ha sido esa hora de sueño, pero yo he estado torrado todo el día. Por la tarde, ni a la playa. Solamente hemos ido a la boulangerie a merendar algún dulce, que pensamos que hoy nos hemos ganado.

lunes, 26 de octubre de 2009

Camerún día 12

más fotos

Los lunes al sol: hoy ha salido un día realmente soleado, caluroso. Cuando esto ocurre, cual Javier Bardem y compañía, nuestros amigos los lagartos salen a broncearse. Con el sol, adquieren un color más intenso. Con el sol, los cameruneses adquieren un ritmo aún más lento y las ganas de trabajar se multiplican por cero. A media mañana casi todos los trabajadores estaban tumbados sobre mesas, bancos, camillas. Pero los pacientes y los familiares también, sobre las camas, bancos, suelos. Como la paciente que se intervenía hoy por una neoplasia de mama no se ha dignado a aparecer (demasiado calor para operarse??) hemos tenido una mañana bastante aburrida. Hemos pasado visita a todos los enfermos (Samuel sigue enfermo), visto a unos cuantos que han llegado al hospital y reclutado un paciente para operar mañana. Como suponíamos, el pigmeo se largó con su hija. Que la caza le sea propicia. Se ha llamado por teléfono a varios pacientes para ver si se querían operar, y un par han dicho que sí, pero que no hay prisa. Una de dos, o no saben que no siempre hay cirujanos presentes en este hospital, o con este calor no les viene bien del todo. La mayoría que tenían cita en consultas hoy con Samuel han sido avisados de que no vendría. Los post-operados evolucionan bastante bien, pronto se empezarán a ir a casa los casos más complicados. Han venido a revisión los primeros que operamos y se encuentran fenomenal. Así que sin quirófano y temprano sin enfermos, nosotros, que tenemos alta capacidad de adaptarnos al medio, nos hemos echado un rato a descansar. Julio en la silla de Samuel con los pies encima de la mesa a lo Bush-Aznar. Margarita tumbada en la camilla de exploración. Ambos bajo el oscilante ventilador. Y yo, cuando me he cansado de hacer fotos (enseguida), en el sofá que tenemos en el vestuario. Tras la dura jornada laboral, hemos ido al “centro” a visitar un par de tiendas. Durante el paseo me he enterado de lo que son las call box aquí en Camerún (y parece ser que en casi toda África). Con un simple móvil puedes convertirte en un pequeño empresario. Dejas que tus potenciales clientes lo usen para llamar al módico precio de 100 FCFA los 59 segundos. El beneficio no debe ser alto pues, desconociendo la demanda, la oferta es altísima. En las calles más comerciales está lleno de casetas de madera tipo vendedor-de-limonada-en-película-americana (las hay un poco más sofisticadas), Algunas llevan publicidad de la compañía telefónica. Incluso en los domicilios particulares se puede leer el cartelito de call box. Un tanto curioso. En los próximos días espero recuperar el ritmo intermedio español-camerunés que habíamos alcanzado la semana pasada con 1-2 cirugías diarias. En breve vendrá el ginecólogo, y más tarde los traumatólogos, y si tenemos suerte competiremos por usar el quirófano.

domingo, 25 de octubre de 2009

Camerún día 11

Por traslado, se alquila habitación, 15 metros cuadrados, baño propio, mosquitera tipo las mil y una noches, orientación este, esquinera, luminosa, a 10 minutos del centro de Kribi. Que nos dejaran el grupo pediatras-enfermeros ha supuesto varias cosas: la primera, que dejan habitaciones libres, lo cual supone que nos permite hacer mudanzas por intereses varios. Julio, que no tenía agua caliente, se ha quedado la exhabitación de Diego. Con la excusa del colchón, los mangos que caen al techo de mi habitación, no tener lámpara en la mesita de noche, pero sobre todo por cambiar un poco de aires, me he mudado a la parte de atrás de la casa, con orientación oeste (aquí hacia el mar), a la que fuera habitación de Loles. He dormido una siestecita y la verdad, bastante bien. Esta noche la prueba definitiva. Lo segundo en que nos afecta que no esté el otro grupo es que salimos a más comida por cabeza: los bocatas de mediodía son más grandes. Y las sobras de la cena siguen quedando, pero más tiempo, en la nevera. Pero no todo es bueno. Más trabajo en el hospital y en casa, mayor soledad, pero sobre todo, lo peor de lo peor de lo peor, es que salimos a más mosquitos por cabeza. Desde que se han ido me han picado, por lo menos, el triple de mosquitos. Y eso que uso mucho más Relec porque Diego, en un gesto de solidaridad máximo, nos cedió el antimosquitos que le sobró antes de volver a España. Por supuesto, les echamos de menos y preferiríamos que estuvieran con nosotros. Pero bueno, dentro de nada viene un ginecólogo, una semanita después unos traumatólogos y un par de enfermeras. Tendremos la casa a tope. Domingo: no ha llovido ni una gota en todo el día, por lo que hemos aprovechado bien el día. Sin madrugar demasiado hemos ido a echar un vistazo al hospital. En general los pacientes están bien. Hemos tenido un problema con la niña pigmea. Su padre ha querido volver a llevársela a su casa (la selva?). Alega que no quiere tomarse la leche, y que aquí él no tiene qué comer. En su casa-selva al menos puede intentar cazar algo. Pero claro, allí no es seguro que la niña coma lo suficiente para nutrirse y poder sobrevivir. Sin ser consciente del todo, probablemhente el hombre, al marcharse, está eligiendo su vida respecto a la de su hija. En un pensamiento primitivo, en el que prima la supervivencia, es bastante lógico ésto que está haciendo. Si él palma, también lo hará seguro la niña, y probablemente el resto de la familia que esté a su cargo. Pero él no nos ha argumentado ésto. Por mucho que le digamos que se quede, va a hacer lo que le de la gana, o lo que crea más oportuno. Llama aquí a un juez para explicarle ésto. Se está riendo de ti hasta el resto de tus días. La opción de que se quede sola la niña es impensable. La manutención del enfermo en toda África corre a cargo de los familiares-acompañantes. De hecho en el hospital existe una zona comunitaria tipo paellero-de-polideportivo-de-pueblo donde cocinan los familiares. Imposible que algún otro cuide a la niña, por el rechazo que supone ser pigmea. Aunque al principio alguien se dignara a hacerlo, no lo mantendría en el tiempo. La única esperanza que le (y nos) queda, es que tenga algo para echarse a la boca (que cacen algo) y que lo tolere bien. Por desgracia, hay cosas contra las que no podemos luchar y no tienen remedio fácil. Ojalá mañana cuando lleguemos sigan allí. Después del hospital nos hemos ido al mercado. Caos, suciedad, comida a granel. Disimuladamente he echado algunas fotos tipo lomo, sin mirar, pero Julio ha disparado muy abiertamente, sin enfocar a nadie en concreto, y una mujer se nos ha puesto a chillar, que no eran animales, que no podíamos hacer fotos sin permiso. Y entonces se acabó el safari. Hay veces que te piden que les hagas fotos y otras que les sienta muy mal. Por eso había empezado de forma disimulada. Pero he pensado una nueva técnica, cuando compremos algo, le pediremos al de la tienda o puesto si podemos hacerle fotos. Hemos comprado tomates, plátanos, piña... Aquí casi todo se vende en grupos, según el tamaño, las dejan en el mostrador de 1 en 1 (piñas), 4 en 4 (tomates), 10 en 10 (patatas)... y ponen un precio al montoncito. Los líquidos (lo he visto con el aceite) o cosas pequeñas (tipo arroz, semillas...) las venden, supongo, por volumen. Bueno, el volumen que quepa en una especie de bolsita de plástico tipo la de las chucherías del kiosko. Para qué utilizar eso de tanto el kilo si tenemos los montoncitos. Después de una parada técnica para tomar un refrigerio en un sitio que hemos fichado para ir otro día a cenar, hemos vuelto a casa paseando por las calles de Kribi. Hemos ido a comer al restaurante de una francesa casada con un camerunés que está cerca de casa, al lado del río. He tomado pollo con gambas y salsa amorosa. No es coña. Nos hace precio porque su hijo nació en el hospital de la ONG. Después de la siesta de prueba, hemos ido a ver atardecer a la playa. Un día bastante completo, en el cual nos ha respeteado el tiempo y las urgencias. Crucemos los dedos.

sábado, 24 de octubre de 2009

Camerún día 10

A la hora de siempre hemos ido hacia el hospital, después de despedirnos de los compañeros que hoy nos dejaban. Unos volvían a España después de una corta estancia para ver Douala, y otros continuaban con un viajecito por Camerún. Hoy el día ha sido gris, lluvioso, no ha parado casi ni un momento, incluso a ratos ha caído mucha agua. Samuel está enfermo, ha cogido, como dicen aquí, el palú. La gente que vive aquí está expuesta continuamente a enfermar, de hecho se convierten en portadores asintomáticos con recaídas cada cierto tiempo. No se puede tomar los medicamentos profilácticos durante períodos prolongados, por lo que para ellos es impensable intentar la prevención medicamentosa. Se limitan a tratarse cuando enferman. Que Samuel tenga la malaria supone que hemos tenido que ver a todos los enfermos ingresados. Entre lo (poco) que sabemos Julio, Margarita y yo de patología tropical, lo que improvisamos (esto siempre los médicos, no sólo aquí), lo que conocemos de patologías que también existen en nuestro ámbito, lo que han dejado pautado los pediatras para el seguimiento, lo que más o menos hay marcado con protocolos, y sobre todo lo que nos iba diciendo Valentine, la enfermera que estaba hoy, hemos pasado visita y dado altas hospitalarias. Hemos visto un poco de todo, unos casos de paludismo, filariasis, desnutrición, gastroenteritis...además de los postoperados que actualmente son mayoría. Esperemos que el lunes Samuel esté en condiciones de venir porque tiene citados en consultas unos cuantos pacientes. Además hemos hecho curas de varios pacientes, entre ellos un señor al que unos días antes de que llegáramos le cayó un árbol en la cabeza mientras estaba en una letrina. Ha venido varias veces a curas y hoy le he quitado los puntos. Nos han contado que, cuando ocurrió, al personal le hizo gracia el hecho que le cayera cuando estaba haciendo sus necesidades, y no les llamó la atención el propio hecho de la caída del árbol en la cabeza. Tal vez aquí sea habitual ser alcanzado por un árbol. Aunque sólo hayamos trabajado medio día al ser sábado, al estar lloviendo no nos hemos planteado hacer ninguna excursión ni salir a pasear por la ciudad. Ha sido un día bastante aburrido. Al menos hemos aprovechado para descansar, organizar nuestras cosas y otras de la casa. Consultando la predicción del tiempo se espera lluvia, aunque creo que la predicción dice lo mismo desde hace semanas. Si saliera bueno mañana buscaríamos algún sitio donde ir a pasar el día.