miércoles, 4 de noviembre de 2009

Camerún día 21


De madrugada ha empezado a llover y no ha parado hasta la hora de comer. Luego se ha mantenido nublado, pero sin caer ni gota. De nuevo nos hemos quedado sin playa. De las cirugías programadas para hoy, sólo hemos operado otra hernia que anoche llegó a urgencias y se logró reducir. Es un paciente extremadamente delgado que habla y entiende el español. Fue mecánico y después electricista en Guinea hace 15 años. Ahora es pescador en Batanga. Durante la cirugía la lluvia ha sido muy intensa y el ruido dentro del quirófano por el golpeteo continuo del agua contra las chapas metálicas del techo apenas nos permitían hablar. La otra cirugía programada para hoy era de trauma. Tenían que enderezar el dedo meñique a la ayudante de la secretaria, que lo tiene cerrado como en garra con un puente cutáneo porque hace seis años sufrió una quemadura eléctrica. Se lo ha repensado y ha preferido quedarse como está. La verdad es que el éxito no estaba asegurado. No le hemos discutido su decisión. Así que otra vez hemos terminado algo pronto nuestra jornada laboral, aún llevando el ritmo camerunés, empezando tarde a pasar visita, haciendo tarde las curas, empezando tarde el quirófano... y al igual que ayer, hemos vuelto andando hasta la casa. Pero esta vez con tres paradas: bar-tienda-bar. En el primero ya cenamos una vez, un balcón a pie de playa: cervezas y cocacola. La segunda estación de repostaje ha sido un bareto con todos lo tópicos típicos: mesas bajitas con sillas de plástico en el porche de un local oscuro, no demasiado limpio, lleno de lugareños, donde tenían la música a todo volumen (la sensación al intentar hablar era similar a la del quirófano esta mañana), y televisaban un partido de fútbol de la liga alemana; y cómo no, cerveza. En casa y tras un pequeño descanso la cena: tortilla de patatas, judías verdes exquisitas especialidad de Denís (alias te-engaño-con-el-precio-cuando-hago-la-compra), arroz “tres-sobras” (el arroz blanco de todos los días camuflado con todo lo que Teresa ha encontrado por nevera y estanterías), lomo, queso y más cerveza que han comprado tras el paso por el bar. Después de tanta cerveza es normal que alguno haya acabado jugando a tiro al escarabajo con los cubiertos y comulgando con el lomo embuchado (que por cierto, estaba de la hostia). Hoy nos hemos enterado que seguramente el viernes iremos a visitar a los pigmeos. Ya estamos organizando los quirófanos de los días que nos quedan. Mañana ayudaremos a José a extirpar unos úteros con unos miomas gigantes. A ver si todavía tenemos suerte y podemos rajar a alguien más.

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