jueves, 5 de noviembre de 2009

Camerún día 22


La urgencia de ayer (y tal vez algo de cansancio acumulado) nos ha pasado factura. Hoy hemos estado hechos polvo todo el día. Y por las veces que nos lo han dicho, se nos notaba en la cara. Y encima hemos tenido dos cirugías programadas de “aúpa”. Hemos realizado, José, Julio y yo, dos histerectomías a dos pacientes que tenían lo mismo, pero en diferentes proporciones. Miomas uterinos gigantes. Y digo gigantes porque no estamos acostumbrados a ver eso. En nuestro medio se detectarían antes y no se dejaría evolucionar tanto. El primero y más pequeño ha sido más complicado de extirpar porque se adhería a estructuras vecinas. Pero en el segundo, de unos 40 centímetros de diámetro mayor, aunque la cirugía ha sido muy espectacular, a la vez ha sido más sencilla. Es muy curioso que los familiares se lo han llevado, según nos han dicho, para enterrarlo. Éste es un hecho que hemos visto muchas veces estos días. Que te pidan aquello que hemos extirpado. Existe dos teorías al respecto. La primera dice que es porque realmente quieren hacer algo con el trozo de persona que quitamos. La segunda, y por lo que se cuece por otros hospitales cercanos no es tan descabellado creerlo, dice que lo quieren como prueba de que realmente se les opera. No será la primera vez que a alguien le han dicho que le han operado de algo y no se haya hecho realmente. Hay casos en que esto lo tenemos algo difícil, como cuando operamos de hernia. No entienden que no se les dé nada si les quitamos los “bultos esos que le salen de la barriga”. Algunas veces nos han pedido ver las fotos de la cirugía. Hoy teníamos planeado cenar un marmitako que entre José e Íñigo nos iban a preparar. Pero mientras se cocían las patatas nos han llamado de una urgencia. Un caso muy similar al que tuvimos en la primera semana. El típico embarazo extrauterino, y encima ahora teníamos aquí un ginecólogo para que nos lo confirmara con su ecografía. Pero sólo con lo que nos han contado por teléfono ya teníamos hecha la sospecha diagnóstica. Caso bastante claro, incluso por una panda de cirujanos. Pero venía del hospital del distrido, donde le habían tenido dos días únicamente con sueros. La paciente se encontraba bastante jodida. anémica a simple vista, con shock hipovolémico. El marido nos ha contado que le habían cobrado, no le hacían nada, empeoraba y se había enterado de que había un ginecólogo en el hospital de Ebomé, pues se la ha traído. La he operado según el estilo que José me iba marcando, por eso de aprender de quien realiza este tipo de operaciones normalmente. Tenía más de dos litros y medio de sangre en el abdomen. Más otro litro y pico que habría entre coágulos, lo que nos ha caído en el suelo, y lo que ha recogido mis pantalones. Tengo la sensación de que siempre me pongo en el lado en que caen los fluidos resultantes de las cirugías. Mis calzoncillos y calcetines ya se han manchado de pus, sangre y líquido amniótico. Esta paciente, si sale, será por dos casualidades. La primera, que hubiera un equipo quirúrgico que se haya hecho cargo de su caso. Hemos sido nosotros pero podía haber sido cualquier voluntario de los que han pasado o pasarán. Y la segunda, que a pesar de tener un grupo sanguíneo algo raro, su marido y un hijo sean compatibles y puedan donarle algo de sangre. Hemos descubierto al hacer pruebas cruzadas y de grupo sanguíneo a los familiares, que la supuesta hija menor de la paciente y su marido, sólo lo será de ella. Genéticamente es imposible que sea de los dos, así que si damos por supuesto que la madre es la madre, el padre es un rato cuernudo. Y si además lo analizamos desde nuestro punto de vista, también podemos decir que es un poco cabrón. Cuando le estaba explicando (con la traducción simultánea que hacía Margarita) lo que le había pasado, lo que le habíamos hecho, que estaba muy grave, lo que podía pasar, incluso morirse... la primera pregunta que ha hecho ha sido que cuándo se puede volver a quedar embarazada. En cambio, ha sido el único paciente que nos ha agradecido que le salváramos la vida, que se ha dado cuenta de que en el otro hospital hacen las cosas mal. Incluso nos ha dicho que nos quiere regalar un souvenir. Durante nuestra visita vespertina al hospital, además de la cirugía, hemos atendido a dos urgencias más. Un parto-aborto de un feto muerto (de lo más desagradable que se puede hacer), y una retención de orina que no hemos conseguido sondar y hemos realizado una punción suprapúbica (leyéndonos las instrucciones del kit de punción, pues no lo habíamos hecho nunca, aunque no tiene demasiado misterio). Si pasar visita por las salas de hospitalización de día ya puede provocar la náusea más profunda (que se lo pregunten a Margarita), ver cómo está el hospital por la noche se convierte en un espectáculo dantesco: enfermos semidesnudos o desnudos tumbados sobre los camastros, familiares por los suelos, o compartiendo la cama con el enfermo, gran cantidad de trastos y las pertenencias de las familias... menos mal que los animales que se traen para cocinar no duermen allí dentro también. Y esto si sólo hablamos del tema visual, por no entrar en los otros sentidos a los que estamos expuestos. Pero esto que a nosotros todavía (después de 20 días, y a algún otro con años de experiencia) nos parece muy alarmante, para ellos es lo normal. Y menos mal, porque mucho más no se les puede ofrecer por ahora. Todos tenemos curiosidad de cómo será, por ejemplo, el hospital del distrito. Al volver del hospital teníamos preparado el marmitako, que aunque con ingredientes cameruneses (y alguno nacional que se ha traído José), estaba delicioso.

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