viernes, 23 de octubre de 2009

Camerún día 9

Hoy es el último día que los pediatras (Pablo y Carol) y los enfermeros (Loles y Diego) vienen al hospital. Les vamos a echar de menos (personal y profesionalmente). A partir de mañana el tema médico lo llevará Samuel, el director del hospital. En principio en las guardias sólo nos avisarán a los que quedamos por temas quirúrgicos. Hoy hemos operado a la chica con el sangrado vaginal, y le hemos realizado una histerectomía. Tenía un gran tumor en el cérvix. Además, a una señora le hemos quitado dos lipomas, uno de ellos gigante, en el hombro. Tenemos la sala llena de pacientes operados, así que hoy nos hemos puesto a dar altas: dos hernias y la vesícula. Aunque se supone que Samuel hará el seguimiento de pacientes con patologías médicas, los pediatras nos pedido que controlemos a una niñita pigmea que su padre ha traído al hospital. Piensan que Samuel le dará demasiado pronto el alta cuando vea que está un poco mejor. Tuvo un cuadro de desnutrición severa y estuvo ingresada unos días hace un par de semanas. Cuando mejoró su padre se la llevó rápidamente a la selva, donde viven, porque llevaba varios días sin cazar, y por lo tanto sin comer. Prometió que le daría una dieta con todos los nutrientes, pero ha vuelto a empeorar, ya que las condiciones en las que viven los pigmeos son bastante malas, nómadas en busca de la caza, apartados en las selvas, con cierto rechazo por el resto de la población, en parte por su aspecto físico: bajitos, rasgos toscos... La niña presenta una desnutrición tipo Kwasiorkor, muy flaca, abdomen distendido, edemas en pies, incluso cierta coloración rojiza del cabello... Necesita unas semanas de tratamiento con una dieta especial a base de una comida hiperproteica que aquí no venden y vamos a proporcionarla nosotros, a base de leche, azucar, aceite, harina... todo mezclado, con unas cantidades que nos han dejado bien pautado para que sigamos. El padre parecía preocupado. Ya le hemos dicho que se apañe como quiera pero que la niña se tiene que quedar varias semanas. El resto de pacientes intervenidos evoluciona satisfactoriamente. Incluso la que ayer sangró tanto por el embarazo ectópico. Al acabar la jornada en el hospital, otra vez hemos vuelto paseando a casa. De camino hemos entrado en una tienda de artesanía muy chula donde he realizado algunas compras. El regateo ha sido duro pero al final me he quedado lo que quería por menos de la mitad de lo que pedían. Como en casi todos los sitios en los que se regatea, acabas pensando que has sacado un buen precio y el vendedor sabe que al final se ha sacado una pasta. Aún así, a mi me ha parecido bastante justo. Supongo que volveré a esa tienda, donde ya nos conocen y nos harán, como mínimo, y tras mucho discutir, el mismo precio. Como despedida del grupo que nos deja mañana, hoy hemos salido a cenar fuera, a un bareto muy cuco, donde además de la famosa barracuda (estaba cojonuda), hemos comido una especie de lenguados, arroz, patatas y plátano fritos, y camarones. Aquí siempre que vas a cenar a un cualquier sitio, tardan una media de dos horas en servirte. Ritmo camerunés aplicado a la hostelería. Hoy hemos estado hábiles, y como por la tarde hemos pasado por delante del sitio, hemos dicho que estuviera la cena para las 20h. El dueño ha dicho (en francés-camerunés): ufffff, me lo dices con el tiempo demasiado justo. Y no eran ni las 18h. Al final se ha negociado que iríamos sobre las 20.30h. Después de cenar hemos vuelto a visitar el Blue Moon, bar-pub donde hemos tomado un algo, junto con gente del hospital. Lugar curioso, lleno de negros de clase media-alta, con sus móviles última generación, muchos vestido muy a la europea, con sus zapatillas converse all-star. También los había horteras con sus gorras y sus prendas mascachapas. Alguno llevaba algo de ropa más tipo “africana”. El local disponía de un generador de energía que nos proporcionaba luz y música, porque parece que había habido un corte generalizado (creo que como todos los días). El generador estaba en la misma puerta, y el motor que lleva no es especialmente silencioso, así que entre este aparato, lo que chillan los cameruneses y la música a toda caña, no se podía mantener una conversación normal. Las calles por lo general no están alumbradas. Hay farolas, pero no las encienden. Como mañana sábado también trabajamos, no hemos querido alargar mucho la cosa y hemos vuelto antes de que empezara el bailoteo.


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