lunes, 9 de noviembre de 2009

Camerún día 26 (el último)

Hoy como cada día nos hemos levantado para desayunar a las 7.00 h junto con el resto del personal. Nuestro último desayuno en Camerún. Está lloviendo. El día que se marchó el grupo enfermería-pediatría, también llovió. Esto transmite más todavía un sentimiento de tristeza. El momento más duro es cuando ves marchar a una gente que apenas acabas de conocer pero con la que has desarrollado un vínculo especial. Como expresión que ha calado en la culturilla general, esto es como un Gran Hermano, pero afortunadamente, compartiendo otras cosas y con otro tipo de gente. Tras la despedida con promesas de mantener vivo el contacto personal (que espero que se cumplan de verdad), los compañeros se han marchado al hospital a seguir con la rutina. Nosotros hemos aprovechado para descansar un poco pensando en el largo día que nos espera, preparado las maletas y después un pequeño paseo hasta la boulangerie para comprar unos dulces para matar el hambre durante el viaje. Después del mediodía hemos partido hacia Douala, conducidos por Silvain, que si ya controlaba la carretera de noche y con niebla, de día puede incluso adivinar si vienen vehículos en sentido contrario antes de adelantar a un camión que transporta troncos de 10 metros de longitud. Tras casi dos horas de carretera hemos llegado a Douala. Tras atravesar la ciudad por infinidad de callejuelas inundadas de peatones, coches, motos y camiones en un caos acorde a una ciudad africana de más de millón y medio de habitantes, hemos hecho una parada en el Mercado de las Flores. Éste es un lugar con más de una veintena de tiendas que ofrecen prácticamente lo mismo, con alguna excepción en alguna tienda determinada. Aquí, cada uno por su cuenta y riesgo, nos hemos dedicado a regatear para conseguir nuestros últimos souvenirs, Cuando nos hemos quedado sin un CFAF y empezábamos a tirar de euros hemos decidido marcharnos, y hemos comido restaurante de comida mediterránea, por eso de acostumbrar el paladar a nuestra inminente llegada a España. En el restaurante, por teléfono, nos hemos enterado que José tiene programadas varias cirugías para los días próximos. También de que Henry Patrick ha fallecido. Duro golpe para la vuelta. Con un intervalo prudente hemos marchado hacia el aeropuerto, donde nunca se sabe lo que puede pasar. Por suerte no hemos tenido ningún contratiempo, salvo los clásicos agobio de los portamaletas y morro que le echa alguno para sacarse algún dinero extra. A la hora determinada el avión ha partido hacia Paris, desde donde el enlace aéreo nos ha traído hasta Valencia.

Haciendo balance de estos 26 días en Camerún no puedo decir otra cosa que la experiencia ha sido completamente positiva. Se cumple el tópico de que se pasa el tiempo volando aunque los primeros días tuviera la sensación contraria. Al final, totalmente aclimatado, a pesar de ser los días que más he disfrutado, he empezado a notar cansancio físico y psicológico, seguramente acumulado, seguramente influenciado por ver cercana la partida. Tenía ganas de volver, de ver a los míos, de estar en mi ambiente, que ahora considero, aún más, de privilegio, visto lo visto, y sabiendo que así o peor está la mayoría del planeta. Con la gente del hospital, debido a la barrera del idioma y en parte a la mentalización previa que llevaba, no he creado una relación demasiado personal, cuya ruptura podría pasar una factura emocional. Al contrario ha pasado con el resto de voluntarios, con los que desde el primer momento me he sentido, dentro y fuera del hospital, muy a gusto. De hecho, me siento feliz de haberlos conocido, y espero que de alguna forma u otra nos mantengamos en contacto. No sé ni quiero plantearme de momento si la labor que hemos realizado ha sido mucha o poca, valiosa o no. La sensación que me llevo la resume unas palabras que dijo Margarita en nuestra despedida, que “nos llevamos mucho más de lo que dejamos”.

Quiero agradecer, y creo que hablo también por parte de mis compañeros, a aquellos que por un medio u otro han mostrado interés por nuestras andanzas en Camerún. En parte han sido un empujón para mantener los ánimos en momentos complicados y difíciles. Me hubiera gustado explicar con más detalle lo vivido, comparar ciertas situaciones con las habituales en nuestro medio, haceros más partícipes del día a día. Para esto ya estamos aquí. Quien quiera aburrirse con nuestras batallitas y ver algunas de las 2728 fotos que tenemos, no tiene más que invitarnos a tomar una cerveza o un refresco (a poder ser de más de medio litro), que con mucho gusto le intentaremos transmitir la experiencia tan satisfactoria que nos ha tocado vivir estos días.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

Camerún día 25

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PAELLA CAMERUNESA

Dificultad: media
Tiempo total: aprox. 120 minutos
Tiempo de cocción: ???
Precio por ración: unos 1200 CFAF

Ingredientes para 9 personas: (más la ración del desayuno de Margarita)
- Arroz (algunos dicen que basmati)
- Para el caldo:
1 kg camerunés (algo menos de un kg en el resto del mundo) de camarones
3 tipos de pescado diferentes (a poder ser uno negro, uno blanco y otro mulato)
- Para el sofrito: lo que encuentres por casa, en esta ocasión tomate, pimiento, ajo, cebolla, aceite
- Pimentón español

Instrucciones de elaboración:
Para cocinar este auténtico plato camerunés es preciso que se vaya la luz, o en su defecto realizar la receta a oscuras. El caldo se realizará hirviendo lo que piensas que son sólo cabezas y espinas. Cuando encuentres camarones enteros en el caldo los reservaremos para más tarde. Para el sofrito utilizaremos un aceite bien caliente, y el ingrediente que dejará su sabor peculiar será los restos carbonizados de aquello que se cocinó previamente en el caldero. La cantidad de arroz se calculará a ojo, igual que la cantidad de agua, ya que el punto de cocción del arroz utilizado debe ser desconocido. De hecho, la mejor paella camerunesa se consigue cuando lo que se intenta es hacer un arroz caldoso camerunés, pero al probarlo para ver el punto de sal darte cuenta de que ya está cocido y no poder añadir más caldo. El arroz debe guardar un interminable reposo de 15 minutos mientras llega la bebida fría.

Consejos prácticos:
- Puedes adornar la paella con tomates partidos por la mitad (estilo horterilla del norte) y con los camarones que te encontraste en el caldo.
- Se recomienda acompañar el arroz con cerveza local, como 33 o Castell.
- El postre más acorde a este plato son los buñuelos cameruneses de la boulangerie.


Ayer teóricamente era el último día de trabajo y hoy teníamos planeada una excursión. Pues no. Esta mañana, por suerte a una hora prudente, nos han llamado que por un accidente de tráfico había dos heridos. No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, así que hemos ido todo el equipo quirúrgico. Ha resultado ser una parida, dos mujeres que al volcar el camión en que viajaban presentaban varias escoriaciones y algún traumatismo óseo sin importancia. Pero cuando hemos ido a ver a nuestros pacientes, Henry Patrick, el chico con múltiples abscesos, se quejaba mucho de el muslo izquierdo y al echarle un ojo hemos descubierto otra zona sospechosa de tener pus. Así que lo hemos operado. Hemos drenado la zona, pero al explorar las caras traseras de ambos muslos también hemos tenido que realizar desbridamientos. Presentaba en una de las piernas necrosis muscular, y en la otra colecciones de pus. Este chico no pinta demasiado bien. Le hemos cambiado el cóctel antibiótico que le servíamos a diario. Suponemos que los traumatólogos y el cirujano que venga van a tener que reoperarlo alguna otra vez los próximos días. Nada más terminar la cirugía se ha puesto a llover, y si hasta ahora pensaba que había visto el diluvio universal, lo de hoy, por intensidad, lo supera. Esto ha supuesto que hayamos cancelado la excursión, porque si de normal el camino hacia el sur es toda una aventura (tres puentes en construcción, barrizales perpetuos, baches como acantilados...), con lluvia se convierte en un suicidio. Además no hubiéramos podido disfrutar del día en la playa. A primera hora nada hacía pensar que iba a llover como lo ha hecho, y ha sido el único día que me he dejado la ventanilla del coche abierta. Hemos tenido que achicar un poco de agua del suelo del coche. Pero esto no es todo. Ya me avisaron los pediatras que el techo del coche acumula agua y la suelta cuando estás dentro. Pues no me había pasado hasta hoy. Sacando el coche para volver a casa me ha caído una cascada tipo la del río Lobé encima. Hemos cambiado los planes para comer y, en el camino de vuelta, José, Íñigo y Julio, han pasado por la lonja para comprar pescado. Al volver nos han preparado una paella camerunesa, que a pesar de los contratiempos habituales, estaba deliciosa. Todos hemos repetido. Esta tarde, por culpa de la tormenta, estamos sin luz en la casa. No lo pueden arreglar hasta mañana. Esa noche pensamos salir a cenar para celebrar nuestra marcha mañana. Mañana por la mañana saldremos para Douala, donde pasaremos la tarde en el Mercado de las Flores comprando algo antes de coger el avión de vuelta.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Camerún día 24

fotos anteriores

Esta mañana ha sido teóricamente la última que hemos ido al hospital a trabajar el equipo quirúrgico de Valencia. Digo teóricamente porque si esta tarde-noche o mañana nos llamaran por alguna urgencia quirúrgica, nos tocaría volver al hospital. Digo última porque mañana domingo es nuestro día libre y el lunes ya nos vamos a Douala para pasar el día allí y coger el avión de regreso a casa. Digo a trabajar porque mañana nos acercaremos al hospital, pero a despedirnos de los trabajadores que estén por allí y de los enfermos que nos queden. Nuestras últimas cirugías programadas han sido dos hernias, una gigante y otra re-recidivada. Hemos hecho números y estos días hemos hecho unas 34 intervenciones, que no está nada mal. Antes de marcharnos nos hemos hecho la foto de familia, pero al ser sábado y al haber acabado algo tarde la cirugía, no estaba todo el personal contratado porque libraban o ya se habían marchado. Del hospital nos hemos marchado a intentar contratar la excursión en canoa por el río Lobé. Hemos hablado con Marcopolo, el del chiringuito de camarones, y nos ha hecho precio por el pack viaje en barco hasta los poblados pigmeos y merienda-cena en las cataratas. Así que nos hemos montado en una canoa de las grandes nosotros siete y dos remeros. No sé cuál es la capacidad máxima de estas barcas, pero ha ido todo el viaje (hora de ida y menos de media de vuelta) dando bandazos de un lado a otro, y como el lateral iba a menos de un palmo del nivel del río, ha entrado agua un par de veces por mi lado, a parte de la que filtraba por el suelo y que han tenido que achicar unas cuantas veces. Durante la ida, contracorriente, nos hemos comido unos ricos bocadillos de chóped camerunés. Viaje impresionante. Vegetación, algo de fauna, nos hemos cruzado con otras canoas individuales, gente en las orillas lavando ropa, pescando o simplemente nadando. Hemos llegado hasta un lugar en el que tras amarrar y caminar por la selva unos cien metros nos hemos encontrado con un poblado pigmeo. Había poca gente, pues la mayoría se había ido a cazar. Teniendo en cuenta que pensábamos haber hecho esta visita en plan sanitario, el hacerlo como guiris me ha supuesto una sensación algo extraña. Por eso tampoco hemos estado mucho con ellos, les hemos saludado, alguien le ha dado algunos regalos, y hemos seguido por la selva viendo cosas. Entre ellas una maravillosa plantación de palmeras para la obtención de aceite de palma. Se trataba de infinidad de palmeras bastante ordenadamente plantadas, en cuyo suelo y tronco crecían helechos. Los remeros parecían guías turísticos, explicándonos todo lo que íbamos viendo. Cuando han calculado que teníamos que irnos para tener luz suficiente, hemos embarcado, y esta vez a favor de corriente, en un periquete estábamos al final del río. Para acabar de redondear un chulo día de excursión, nos hemos zampado unas bandejas de camarones viendo atardecer al lado de las cataratas.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Camerún día 23


Hoy teníamos que haber ido a ver a los pigmeos. Esto implicaba dos partes, la primera de recorrido por el río Lobé en barcaza, y la segunda la atención sanitaria en los poblados. A primera hora de la mañana ha llamado el jefe de la zona, que hace de intermediario entre este pueblo y nosotros, y ha dicho que al ser hoy el aniversario de la elección del presidente de Camerún, Paul Biya, y tener que acudir a un acto oficial, no podría organizar el encuentro. Aquí se vive con intensidad la celebración de esta fecha, o quieren que se celebre de esta forma. El presidente lleva desde 1982 en el cargo, y en las reelecciones obtiene una mayoría absoluta del noventa y muchos por cien. Debe hacer muy bien su trabajo. Hemos visto, a lo largo del día, a mucha gente vestida con telas cuya estampa era la foto del presidente, algo más joven de lo que actualmente es. Me ha recordado a lo que ocurría con las monedas de 100 pesetas en las que Juan Carlos parecía un chaval. La diferencia es que las telas se imprimen de nuevo todos los años con la foto de hace 25. A nosotros esta fiesta nos da un poco igual, pero nos fastidia que nos haya quitado la oportunidad de visitar y atender a los pigmeos en la selva. Al menos vamos a intentar hacer la parte del paseo en barca, que dicen es impresionante. Como en teoría hoy no íbamos a estar en el hospital, no teníamos cirugías programadas. Hemos podido adelantar una legrado a una paciente a la que se le practicó uno previo hace un mes, pero que desde entonces tenía pérdidas sanguíneas. Se debía a que quien le practicó el aborto no lo hizo correctamente, o suficientemente, dejándose restos placentarios dentro del útero. A parte de la cirugía, hoy hemos podido dar el alta a nuestra paciente estrella, Verleine, que llevaba 17 días ingresada por una perforación uterina tras un aborto mal practicado. Luego tuvo una infección de herida y otra respiratoria. Por fin se encuentra bien y hemos podido enviarla a la maison. Por la tarde hemos tomado un refrigerio con cacahuetes en el bar camino de casa, después una pequeña siestecita, porque aunque mañana sea laborable aquí, hoy se sale de fiesta. Hemos ido a “les deux collines” (las dos colinas), un pub-chiringuito desde el que se veía el mar, construido a base de cañas de bambú, con la luz muy tenue, con una pista central circular alrededor de la cual había unas mesas con banquetas, sin demasiada gente ni música demasiado alta, donde hemos bailado los ritmos africanos típicos. Nosotros, como mañana también madrugamos, a la hora de la Cenicienta ya estábamos en casa.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Camerún día 22


La urgencia de ayer (y tal vez algo de cansancio acumulado) nos ha pasado factura. Hoy hemos estado hechos polvo todo el día. Y por las veces que nos lo han dicho, se nos notaba en la cara. Y encima hemos tenido dos cirugías programadas de “aúpa”. Hemos realizado, José, Julio y yo, dos histerectomías a dos pacientes que tenían lo mismo, pero en diferentes proporciones. Miomas uterinos gigantes. Y digo gigantes porque no estamos acostumbrados a ver eso. En nuestro medio se detectarían antes y no se dejaría evolucionar tanto. El primero y más pequeño ha sido más complicado de extirpar porque se adhería a estructuras vecinas. Pero en el segundo, de unos 40 centímetros de diámetro mayor, aunque la cirugía ha sido muy espectacular, a la vez ha sido más sencilla. Es muy curioso que los familiares se lo han llevado, según nos han dicho, para enterrarlo. Éste es un hecho que hemos visto muchas veces estos días. Que te pidan aquello que hemos extirpado. Existe dos teorías al respecto. La primera dice que es porque realmente quieren hacer algo con el trozo de persona que quitamos. La segunda, y por lo que se cuece por otros hospitales cercanos no es tan descabellado creerlo, dice que lo quieren como prueba de que realmente se les opera. No será la primera vez que a alguien le han dicho que le han operado de algo y no se haya hecho realmente. Hay casos en que esto lo tenemos algo difícil, como cuando operamos de hernia. No entienden que no se les dé nada si les quitamos los “bultos esos que le salen de la barriga”. Algunas veces nos han pedido ver las fotos de la cirugía. Hoy teníamos planeado cenar un marmitako que entre José e Íñigo nos iban a preparar. Pero mientras se cocían las patatas nos han llamado de una urgencia. Un caso muy similar al que tuvimos en la primera semana. El típico embarazo extrauterino, y encima ahora teníamos aquí un ginecólogo para que nos lo confirmara con su ecografía. Pero sólo con lo que nos han contado por teléfono ya teníamos hecha la sospecha diagnóstica. Caso bastante claro, incluso por una panda de cirujanos. Pero venía del hospital del distrido, donde le habían tenido dos días únicamente con sueros. La paciente se encontraba bastante jodida. anémica a simple vista, con shock hipovolémico. El marido nos ha contado que le habían cobrado, no le hacían nada, empeoraba y se había enterado de que había un ginecólogo en el hospital de Ebomé, pues se la ha traído. La he operado según el estilo que José me iba marcando, por eso de aprender de quien realiza este tipo de operaciones normalmente. Tenía más de dos litros y medio de sangre en el abdomen. Más otro litro y pico que habría entre coágulos, lo que nos ha caído en el suelo, y lo que ha recogido mis pantalones. Tengo la sensación de que siempre me pongo en el lado en que caen los fluidos resultantes de las cirugías. Mis calzoncillos y calcetines ya se han manchado de pus, sangre y líquido amniótico. Esta paciente, si sale, será por dos casualidades. La primera, que hubiera un equipo quirúrgico que se haya hecho cargo de su caso. Hemos sido nosotros pero podía haber sido cualquier voluntario de los que han pasado o pasarán. Y la segunda, que a pesar de tener un grupo sanguíneo algo raro, su marido y un hijo sean compatibles y puedan donarle algo de sangre. Hemos descubierto al hacer pruebas cruzadas y de grupo sanguíneo a los familiares, que la supuesta hija menor de la paciente y su marido, sólo lo será de ella. Genéticamente es imposible que sea de los dos, así que si damos por supuesto que la madre es la madre, el padre es un rato cuernudo. Y si además lo analizamos desde nuestro punto de vista, también podemos decir que es un poco cabrón. Cuando le estaba explicando (con la traducción simultánea que hacía Margarita) lo que le había pasado, lo que le habíamos hecho, que estaba muy grave, lo que podía pasar, incluso morirse... la primera pregunta que ha hecho ha sido que cuándo se puede volver a quedar embarazada. En cambio, ha sido el único paciente que nos ha agradecido que le salváramos la vida, que se ha dado cuenta de que en el otro hospital hacen las cosas mal. Incluso nos ha dicho que nos quiere regalar un souvenir. Durante nuestra visita vespertina al hospital, además de la cirugía, hemos atendido a dos urgencias más. Un parto-aborto de un feto muerto (de lo más desagradable que se puede hacer), y una retención de orina que no hemos conseguido sondar y hemos realizado una punción suprapúbica (leyéndonos las instrucciones del kit de punción, pues no lo habíamos hecho nunca, aunque no tiene demasiado misterio). Si pasar visita por las salas de hospitalización de día ya puede provocar la náusea más profunda (que se lo pregunten a Margarita), ver cómo está el hospital por la noche se convierte en un espectáculo dantesco: enfermos semidesnudos o desnudos tumbados sobre los camastros, familiares por los suelos, o compartiendo la cama con el enfermo, gran cantidad de trastos y las pertenencias de las familias... menos mal que los animales que se traen para cocinar no duermen allí dentro también. Y esto si sólo hablamos del tema visual, por no entrar en los otros sentidos a los que estamos expuestos. Pero esto que a nosotros todavía (después de 20 días, y a algún otro con años de experiencia) nos parece muy alarmante, para ellos es lo normal. Y menos mal, porque mucho más no se les puede ofrecer por ahora. Todos tenemos curiosidad de cómo será, por ejemplo, el hospital del distrito. Al volver del hospital teníamos preparado el marmitako, que aunque con ingredientes cameruneses (y alguno nacional que se ha traído José), estaba delicioso.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Camerún día 21 BIS

A punto de ir a la cama, me avisan que tenemos una posible urgencia. Cogemos el coche, la carretera no se ve bien ni con las luces largas, el cristal se empaña por nuestro calor corporal (el aire para desempañar no funciona). Lo único bueno de conducir de noche es que hay poco tráfico. Al llegar nos encontramos con una embarazada cuyo feto no progresa. José indica la cesárea. Margarita, con poca colaboración por parte de la preñada le coloca un raquianestesia- Me deja sacar al feto, o mejor dicho, a la feto. Niña, 3700 g. No llora, está poco reactiva. Mientras terminamos el asunto de la placenta, cerrar la herida y demás, oímos los llantos a través de la puerta. Respiramos un poco más tranquilos. Incluso nos sacamos una foto graciosa. Volvemos, se ha hecho tarde, mañana tenemos dos cirugías, nos ha picado algún mosquito. Pero estamos contentos.

Camerún día 21


De madrugada ha empezado a llover y no ha parado hasta la hora de comer. Luego se ha mantenido nublado, pero sin caer ni gota. De nuevo nos hemos quedado sin playa. De las cirugías programadas para hoy, sólo hemos operado otra hernia que anoche llegó a urgencias y se logró reducir. Es un paciente extremadamente delgado que habla y entiende el español. Fue mecánico y después electricista en Guinea hace 15 años. Ahora es pescador en Batanga. Durante la cirugía la lluvia ha sido muy intensa y el ruido dentro del quirófano por el golpeteo continuo del agua contra las chapas metálicas del techo apenas nos permitían hablar. La otra cirugía programada para hoy era de trauma. Tenían que enderezar el dedo meñique a la ayudante de la secretaria, que lo tiene cerrado como en garra con un puente cutáneo porque hace seis años sufrió una quemadura eléctrica. Se lo ha repensado y ha preferido quedarse como está. La verdad es que el éxito no estaba asegurado. No le hemos discutido su decisión. Así que otra vez hemos terminado algo pronto nuestra jornada laboral, aún llevando el ritmo camerunés, empezando tarde a pasar visita, haciendo tarde las curas, empezando tarde el quirófano... y al igual que ayer, hemos vuelto andando hasta la casa. Pero esta vez con tres paradas: bar-tienda-bar. En el primero ya cenamos una vez, un balcón a pie de playa: cervezas y cocacola. La segunda estación de repostaje ha sido un bareto con todos lo tópicos típicos: mesas bajitas con sillas de plástico en el porche de un local oscuro, no demasiado limpio, lleno de lugareños, donde tenían la música a todo volumen (la sensación al intentar hablar era similar a la del quirófano esta mañana), y televisaban un partido de fútbol de la liga alemana; y cómo no, cerveza. En casa y tras un pequeño descanso la cena: tortilla de patatas, judías verdes exquisitas especialidad de Denís (alias te-engaño-con-el-precio-cuando-hago-la-compra), arroz “tres-sobras” (el arroz blanco de todos los días camuflado con todo lo que Teresa ha encontrado por nevera y estanterías), lomo, queso y más cerveza que han comprado tras el paso por el bar. Después de tanta cerveza es normal que alguno haya acabado jugando a tiro al escarabajo con los cubiertos y comulgando con el lomo embuchado (que por cierto, estaba de la hostia). Hoy nos hemos enterado que seguramente el viernes iremos a visitar a los pigmeos. Ya estamos organizando los quirófanos de los días que nos quedan. Mañana ayudaremos a José a extirpar unos úteros con unos miomas gigantes. A ver si todavía tenemos suerte y podemos rajar a alguien más.